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Amando de Miguel

Predicar en el desierto

Nunca me tentó el negocio del poder, aunque sí el de la (modesta) influencia. Ahí viene la frustración.

Uno de mis corresponsales más asiduos, Juan J. Carballal, me comunica que deberíamos establecer la OPD, o sea, la Orden de Predicadores en el Desierto. El desierto no es donde se acumula mucha arena, sino donde no se ve a nadie escuchándote. Esa es la soledad de los estagiritas.

En efecto, da la triste impresión de que todas estas prédicas que soltamos aquí (o en otros medios) los comentaristas nada interesan a los que mandan. Seguramente, esos señores solo leen lo que previamente les ha seleccionado su gabinete de prensa. En cuyo caso solo permanecen las piezas turiferarias. Desde luego, las mías no pertenecen a tal vergonzante género. Como es mi obligación, he criticado a todos los Gobiernos que en España han sido, desde el del almirante Carrero al del registrador Rajoy, según sus respectivos merecimientos. Así me ha ido. He dado mi opinión libérrima sobre los más diversos asuntos públicos de mi país. El riesgo ha sido que en su día me tildaran de "rojo" y hoy de "facha". Tiene su mérito, pues nunca fui ni una cosa ni otra, que en esencia vienen a ser la misma.

Nunca me tentó el negocio del poder, aunque sí el de la (modesta) influencia. Ahí viene la frustración. Mis análisis no han servido para nada. Menos mal que me queda un gran consuelo: el apoyo de mis corresponsales espontáneos, que me proveen de ideas y me ayudan a matizar las mías. Aunque el mayor alivio es el de tantos compatriotas anónimos que me paran en la calle para asegurar: "Eso que dice usted (en el medio que sea) es lo que yo también pienso". Me congratula no ser original.

Cuidado que es sencillo mi argumento principal y cansino. La salud colectiva depende poco de lo que diga (e incluso de lo que haga) el Gobierno, este o estotro. Lo mejor que puede hacer es gastar mucho menos dinero del erario, que siempre es el de todos. "Que si quieres arroz, Catalina". Un ejemplo actual. Todos los acuerdos que firman los políticos para formar Gobierno suponen más gasto público y más impuestos. Así que es mejor que no acuerden nada, que se marchen a su casa y que los asuntos de Gobierno los lleve a cabo una gestora con políticos independientes y honrados. Haylos.

Desde Fernando VII (los más pesimistas dirían desde Witiza) nunca se ha visto una camada política más inoperante que la que hemos padecido en el último año. Apoltronada se halla en los escaños del Congreso, cobrando sin trabajar. Les queda solo una oportunidad para ser un poco dignos: votar en conciencia durante el debate de investidura. Lo escribo desde lo alto de mi columna, por si algún politicastro supiera leer. No me hago muchas ilusiones. Lo más probable es que cada diputado vote estrictamente según lo que le señale el cómitre del partido. ¿No es eso lo del "mandato imperativo" que prohíbe la Constitución?

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