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Amando de Miguel

Regeneración y degeneración

Desengañémonos. Es la sociedad toda la que es corrupta, no solo la mesnada de políticos. Por eso es tan difícil acabar con la corrupción.

Las propuestas que se han presentado para la regeneración de España mueven a risa. ¿Cómo es posible que personas cultivadas y con experiencia política se crean que tal arbitrio equivale a la regeneración del país? Hace más de un siglo los seguidores de Joaquín Costa mostraban una idea más cabal del asunto. Y cuidado que ha llovido desde entonces.

Una de las propuestas es la de constituir una comisión (se supone que con pingües dietas) para investigar la corrupción del PP. Asombra la ingenuidad de una iniciativa tan inane. ¿Y si resulta que Aznar, Rajoy y tutti quanti se han beneficiado de la corrupción? ¿Y por qué no los de otros partidos? Ya se sabe, desde Romanones, que para enterrar un asunto lo mejor es nombrar una comisión.

En buena lógica, dicha comisión tendría que estar constituida por políticos con experiencia, pertenecientes a partidos que han tocado poder y que no han tenido corruptos en sus filas. Habrá que buscarlos con candil. Mejor sería que los comisionados fueran personas independientes y honradas. Acaso habría que importarlas.

Desengañémonos. Es la sociedad toda la que es corrupta, no solo la mesnada de políticos. Por eso es tan difícil acabar con la corrupción. Desde luego, de nada sirven las medidas legales que se han tomado o se vayan a tomar.

El conjunto de la sociedad española aprueba tácitamente la corrupción política porque campean unos valores propicios a esa degradación moral. No rige la moral del esfuerzo, sino la de enriquecerse a toda costa, a poder ser sin trabajar realmente y mucho mejor si es a costa del erario. Recordemos el desgraciado axioma: "El dinero público no es de nadie". En casi ningún campo de actividad se premia o se estimula la honradez. En su lugar se alza el valor del hedonismo a cualquier precio. Son ya muchas promociones de españoles, llegadas a la mayoría de edad, que traen aprendidos los nuevos valores. Habría que cambiar radicalmente la enseñanza y, lo que todavía es más difícil, el ambiente familiar dominante. En síntesis, se necesita una verdadera revolución de las conciencias para que se atenúe la corrupción política. Ninguna fuerza en el Parlamento se plantea tal cosa, ni de lejos.

Se argüirá que en los principales partidos existen muchos políticos honrados. Lo dudo. Ninguno ha denunciado el aprovechamiento de los dineros públicos por parte de ciertos miembros de su respectiva fuerza política. Ninguno ha propuesto la renuncia a las subvenciones del Estado para los partidos, sindicatos, patronales y fundaciones afectas a las formaciones políticas. Por ahí tendría que empezar la verdadera regeneración. Casi nadie está por la labor, y menos los sedicentes nuevos regeneracionistas.

Da la impresión de que no pocos políticos se enriquecen como consecuencia de su paso por las gradas del poder. Ahí reside la verdadera degeneración del país, por mucho que se revista de legalidad. Al final, lo grave no es tanto los políticos que se llevan algunas mordidas, sino los que se enriquecen ellos y sus afines o amigos de forma legal. Tal oportunidad importa más que el sueldo. De ahí que una cosa sea común a todas las ideologías presentes en las Cortes: hay que gastar cada vez más. A eso lo llaman "Estado de Bienestar". Se entiende de bienestar de ellos.

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