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Carmelo Jordá

Si esto son líderes

Debemos de ser un gran país: con capitanes tan mediocres es un milagro que el barco siga a flote.

Debemos de ser un gran país: con capitanes tan mediocres es un milagro que el barco siga a flote.
Pedero Sánchez y Mariano Rajoy | EFE

Aunque sigo pensando que no habrá terceras elecciones –en realidad, ya no sé muy bien si de verdad sigo pensándolo o es que quiero seguir pensándolo–, lo cierto es el espectáculo de los líderes políticos españoles –de todos– y de sus partidos está siendo desolador.

Por un lado, un Pedro Sánchez que se niega a ver la realidad, que renuncia a que su partido sea realmente influyente en la próxima legislatura, que habla de “la izquierda” y “las derechas” como si estuviésemos en 36 y, sobre todo, como si la vida y en la política sólo dependiesen de esa división en una España en la que, mucho más allá de izquierdas o derechas, hay independentistas y constitucionalistas o demócratas y populistas, por poner sólo dos ejemplos.

El socialista se empeña en empujar a Rajoy a un Gobierno con el PNV y Convergencia –o como se llame ahora–, cuando sabe tan bien como lo sabemos los demás que eso es imposible, y cree que ese truquito argumental le va a salvar de la responsabilidad y el inmenso reproche que los españoles le vamos a hacer si tenemos que volver a ir a votar en diciembre.

Y por otro Rajoy. El presidente ha planteado este martes un escenario sensato de negociación y ha dicho cosas que son ciertas, pero… ¿por qué no planteó ese escenario hace un mes? ¿Por qué durante los días que han pasado desde el 27-J no ha hecho nada o, como mínimo, no ha transmitido la sensación de estar haciendo algo? Además, está su impresentable juego con la sesión de investidura, a la que sigue sin aclarar si se presentará o no, sometiendo a las instituciones y la legalidad constitucional a un maltrato irresponsable en el peor momento. Y, sobre todo, transmitiendo con claridad que al candidato Rajoy lo que más le importa no es España, ni esos retos urgentes que él mismo describe con certera claridad; no: lo que más le importa es el señor Brey.

Y por último está Albert Rivera, que parece ser el más dispuesto y el único capaz de llegar a acuerdos, pero que tampoco logra desprenderse del cortoplacismo que anega la política española, desaprovechando una oportunidad histórica para imponer/negociar un programa reformista que aborde algunos de los males endémicos de España, que él mismo tanto ha denunciado –politización de la Justicia, pésimo estado de la educación, el reto independentista…– pero que parece renunciar a solucionar.

Está claro que Rivera y Ciudadanos no son los mayores culpables del bloqueo institucional, tal y como la brigada mediática del aplauso quiere hacernos creer, pero están jugando sus cartas con una enorme torpeza y el resultado puede ser catastrófico para ellos, para todos los que defendemos ese programa reformista y, en definitiva, para España.

Resumiendo: si estos son los líderes de España debemos de ser un gran país: con capitanes tan mediocres es un milagro que el barco siga a flote.

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