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Cristina Losada

Insultos, mentiras, menosprecios

Dicen, por ejemplo, que la protesta de las Juventudes de ERC frente a la COPE forma parte de la “tradición democrática”. Acosar y pedir el cierre de un medio de comunicación porque se discrepa de él no es propio de demócratas

Estaba tratando de visualizar un ejemplo de lo que El Periódico de Cataluña entiende por “insultar, menospreciar y mentir”. Pues eso es lo que dice que hacemos los que hablamos por los micrófonos de la COPE, y lo que justifica, según el diario, la actuación amarilla y encadenada de los enmascarados de ERC. En ello estaba cuando me entero de que José Blanco se ha largado con mal gesto de una entrega de premios. Y eso porque se le dijo que el PSOE no debería dar la impresión de que está más comprometido con el nuevo Estatuto de Cataluña que con los problemas sociales. Para mí, que ha habido ahí insulto y menosprecio; mentira, no.
 
Los jubilados le daban a Blanco un consejo muy sensato, del que el PSOE podría sacar provecho. Si lo escuchara. A un político, y más cuando gobierna, le va en el sueldo oír las críticas y hasta aguantar protestas subidas de tono. Pero Blanquito, como decimos en Galicia, no tiene donde llevarlas. Le descompone que no le regalen el oído. No acepta que le digan que está haciendo algo mal. No soporta las opiniones contrarias, ni siquiera una tan moderada como la que formularon los jubilados. Vamos, que no está preparado para el debate y la confrontación propios de sociedades abiertas y plurales.
 
Me imagino a Blanco en la piel de Pilar del Castillo durante aquella entrega de los Goya que se preparó como acto de agit-prop contra el gobierno del PP, a cuenta de la guerra de Irak. Pegatinas, discursos y una actuación de Animalario, resistió del Castillo con estoicismo, sin moverse de la silla, como persona que tolera la discrepancia y hace gala de buena educación. No, no puedo imaginarme a Blanquito en semejante tesitura. ¿Qué hubiera hecho? ¿Llamar a los antidisturbios? Porque aquello sí que fue un chorreo. Y él, por mucho menos, se enfada y se esfuma, en lo que yo diría que fue un insulto y un menosprecio a los reunidos.
 
Es probable que El Periódico interpretara ambos sucesos de otro modo; que dijera que los jubilados insultaron a Blanco, y que del Castillo tuvo lo que se merecía en la gala. Pero aparte de diferentes varas de medir, en ese periódico utilizan instrumentos retóricos extraños e imprecisos. Cuando dedicaron unas páginas a tres comunicadores de la COPE, titulaban la semblanza de Federico Jiménez Losantos: La mala fe del converso. Bueno, del converso se dice que tiene furia o furor, pero no mala fe. Un error lo tiene cualquiera, pero de esos cometen muchos. De ahí que trate yo de entender qué significan para ellos ciertos términos.
 
Dicen, por ejemplo, que la protesta de las Juventudes de ERC frente a la COPE forma parte de la “tradición democrática”. Acosar y pedir el cierre de un medio de comunicación porque se discrepa de él no es propio de demócratas. Pero tradición en esas lides no le falta al grupo. En los años treinta, los Escamots, milicia de las Juventudes aquellas, asaltaron y destruyeron la redacción de una revista satírica catalana, El Be Negre. También aplicaban sus energías a romper las huelgas de los cenetistas y a otras travesuras. Entonces vestían camisas verde oliva. Y entonces, algunos dirigentes de Esquerra, más moderados, hartos de los sabotajes de los nenes, los tildaron de “aprendices de nazis”.
 
Cosas de otros tiempos, sí. Pero la asociación entre nazis y fascistas y ciertas prácticas de ERC, queEl Periódicotacha de sofisma y de incitación al odio, goza también de su tradición. Y ha sido estudiada. Puestos a asociar, el diario no se queda corto. Sus humoristas hacen la gracia de vincular a la COPE con el franquismo y el nazismo. Es su contribución a la convivencia. Pero ejercen su libertad de expresión y nadie pide que lo cierren. Comprensivos que son con el acoso a los demás, hay que esperar que si montan un numerito ante su sede, no menosprecien a los discrepantes y les bajen bocadillos y aguardiente. Confío en que no tengan que vérselas con esa tradición democrática. Y a todo esto, ¿por qué no acuden los presuntos insultados, difamados y calumniados a los tribunales?

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