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Cristina Losada

Enamorado del poder

Se ha dicho que quería proteger a su mujer, pero se ha entendido mal. Es él quien se protege detrás de su mujer, poniéndola como escudo y pretexto.

Se ha dicho que quería proteger a su mujer, pero se ha entendido mal. Es él quien se protege detrás de su mujer, poniéndola como escudo y pretexto.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Uno de los fallos de este melodrama ha sido que Sánchez no es un caudillo populista. Aunque emplee las argucias del culebrón y las tretas del populismo más populachero, ni es un caudillo populista ni lo será. Para serlo hay que desplegar dotes y talentos que no tiene. Incluso cuando quiere movilizar en su favor los sentimientos, deja una impresión de inautenticidad. Ensalzaban, en la orgía kitsch de sentimentalismo onanista que celebró su partido, que hubiera "abierto su corazón", como diciendo: mirad, plebeyos, cómo el gobernante también ama, llora y sufre. Sin embargo, pese a todas las expectativas sentimentales depositadas en él, la noticia última es la más tópica de cuantas se le atribuyen: de quien está enamorado es del poder.

Se ha dicho que quería proteger a su mujer, pero se ha entendido mal. Es él quien se protege detrás de su mujer, poniéndola como escudo y pretexto. El mundo entero ha tenido noticia de que pesan "acusaciones de corrupción" sobre ella a causa de esta espantada suya. "Drama king", rey del drama, definió The Economist. En democracias donde es normal y muchas veces brutal el escrutinio periodístico de políticos y altas instancias, ¿cómo van a entender que Sánchez se ponga como un basilisco por informaciones sobre la relación de su mujer con empresas que reciben ayudas del Gobierno? Y si hay excesos, para eso están los tribunales. Claro que los tribunales están en la lista negra, creciente, interminable, pronto infinita de los conjurados contra Sánchez.

En la visión conspiranoica que proyecta —puro relato—, habitamos una distopía corrompida por las mentiras, falsedades y bulos urdidos por los malos en contra de su angelical persona. Hasta en Gotham y en Sin City hay más respeto y mejor ambiente que en el país del que habló al anunciar su no dimisión. Naturalmente, ni él ni su partido ni sus socios han contribuido al mal rollo político: todo es culpa de los demás. Lo mismo con las mentiras, bulos y falsedades: ni él ni su partido ni sus socios han aportado ninguna. Son unos angelitos. La inconsciencia o el impudor les permiten obviar y olvidar cómo hace poco amenazaban eufóricos con "más" a Feijóo, después de acusarle de subvencionar desde el gobierno gallego a una empresa en la que trabajaba su pareja. La noticia era errónea y se demostró falsa. Ni Montero ni Sánchez rectificaron. Y van y piden una reflexión sobre falsedades y bulos quienes utilizan una noticia errónea para atacar al adversario y no rectifican cuando se revela su falsedad. Lástima que Feijóo no mencionara este episodio.

Sánchez se ha puesto la coraza sentimental para blindarse y exigir impunidad. Su mensaje es una señal de prohibido. El objeto de la prohibición es diáfano: no se puede informar de irregularidades en las actuaciones del presidente del Gobierno y su entorno, ni presentar ni tramitar denuncia judicial. La pregunta es cómo se aplicará. ¿Habrá sanciones administrativas, procesos penales, cierre de medios, detención de periodistas y de jueces? Cuanto antes se sepa, antes podrá cada cual decidir si quiere someterse o no a las nuevas reglas. En conjunto, será algo parecido a como fue en la dictadura: si no te metes, no te pasa nada, pero si te metes, te vas a enterar. A ver si tenemos que volver a la clandestinidad total, como en tiempos, o podemos continuar en la parcial.

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