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Cristina Losada

La penitencia de Ana Botella

Bien haría la alcaldesa en afrontar personalmente la pringue populista a cuenta de su viaje. Es algo de lo que no se tiene que avergonzar.

Bien haría la alcaldesa en afrontar personalmente la pringue populista a cuenta de su viaje. Es algo de lo que no se tiene que avergonzar.

La alcaldesa de Madrid tenía previsto un viaje a Portugal durante el puente de Todos los Santos y "a pesar de la tragedia" no lo canceló. Hay más informaciones y titulares donde aparecen variantes del entrecomillado. Elijo al azar, pero todos son de idéntico cariz: "Se fue a un hotel de lujo de Lisboa en plena crisis del Madrid Arena"; "descansa el fin de semana en plena tragedia"; "decidió visitar Lisboa en plena crisis"; se fue "de viaje de placer a Lisboa en medio de la tragedia". Quizá sea ese último el que de forma más acabada transmite el tóxico mensaje: mientras Ana Botella se solazaba en un lujoso hotel, con spa y golf, las familias de las víctimas lloraban a sus muertas y Madrid y España entera se estremecían. ¡Qué falta de corazón!

Es un mensaje profundamente demagógico contra el que nada pueden la racionalidad, la apelación a la vida privada, los sentimientos que tuviera la alcaldesa y el hecho de que visitara a las chicas heridas, acudiera al velatorio de Belén Langdon, diera una rueda de prensa, permaneciera al corriente en todo momento o, quién sabe, no lograra pegar ojo durante las dos noches que pasó en el país vecino. Ciertos accidentes, sólo algunos, provocan una conmoción, afectan de una manera especial a la gente, y ¡ay del político del que se sospeche un rasgo de insensibilidad!

Antes se le perdonan tremendos errores y desmanes en el ámbito político, es decir, en aquello para lo que fue elegido, que un indicio de que se distancia, aunque sólo sea en apariencia, de la emoción que embarga al público afectado por un drama. Pues de eso se trata, sin duda, en este caso. De haber anulado su viaje, quedándose todo el puente en Madrid, la alcaldesa habría hecho lo mismo respecto del accidente y sus víctimas. Pero no parecería que había querido introducir una pausa, una tregua, un respiro, entre ella y la tragedia, entre ella y el sentimiento popular. Sentimiento que, por cierto, no impidió que muchos se fueran de puente, como tenían previsto. Ana Botella, en cambio, no podía.

Los políticos hábiles, astutos, manipuladores, utilizan en su provecho tales instantes emotivos. Como hizo Schroeder, que ganó unas elecciones por pasearse en botas de agua por unas zonas inundadas. Sin llegar a tan repulsivo extremo, es obligado mantener la conexión con los estados de ánimo de la gente. La política no consiste sólo en gestionar. Bien haría la alcaldesa en afrontar personalmente la pringue populista a cuenta de su viaje. Es algo de lo que no se tiene que avergonzar.

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