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Cristina Losada

Menos reformas y más alegría

Quién nos iba a decir que el Estado de bienestar que tanto se enorgullecen de defender los socialistas no era más que el Estado de bienestar psicológico, aunque sea fingido.

Acuciado por las dificultades financieras y tras media docena de años de déficit, Carlos I de España sufrió un colapso nervioso, vio cerca la muerte y decidió retirarse. Qué contraste. Los presidentes de nuestro tiempo soportan los déficits con nervios de acero y, en lo que atañe al nuestro, lleva sin maldormir –sólo una noche en vela confesaba– quebrantos financieros mucho peores que los que indujeron al emperador a recluirse en el monasterio de Yuste. La resistencia de Zapatero obedece a que atesora un remedio infalible para hacer frente a la catástrofe, provocada, como se sabe, por los ataques de unos mercados que campan a sus anchas y que no guardan relación alguna con sus decisiones políticas y económicas.

Ese remedio, el principio que rige la estrategia de nuestro Gobierno para evitar el hundimiento financiero de España, es el que se formula, de manera coloquial, como "al mal tiempo, buena cara". Y mucha cara. Se trata de una disposición optimista y voluntariosa que el Ejecutivo entiende indispensable para recuperar la confianza de los díscolos mercados, antes poblados de tiburones, luego de inversores y siempre de especuladores. Esa gente quiere ganar dinero y tal ambición disgusta a los postmaterialistas, que pese a despreciar el vil metal, no se retiran nunca a Yuste. El caso es que la clave de la recuperación y el quid para evitar la quiebra, los ha encontrado el PSOE en la psicología. Hay que dar la impresión de que todo va bien, señora baronesa, y lo demás vendrá rodado. Quién nos iba a decir que el Estado de bienestar que tanto se enorgullecen de defender los socialistas no era más que el Estado de bienestar psicológico, aunque sea fingido.

La reunión del presidente con los jefes de treinta grandes empresas españolas hay que verla en ese contexto. Los treinta convocados vienen a ser la flor y nata de aquellos "poderosos" a los que Zapatero achacaba la crisis y prometía poner en su sitio, no ha mucho. Ahora, su sitio es La Moncloa y su obligación, poner buena cara, así como compartir responsabilidades, que "esto solo lo arreglamos entre todos". La mayoría de esos empresarios han suscrito un documento que quiere ser crítico con el Gobierno, pero sin que se note demasiado y que propone, ay, "despolitizar la política". De ahí que nada quepa esperar del encuentro, salvo sonrisas y abrazos. Pero este es el programa: menos reformas y más alegría. Y de retirarse, nada.

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