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EDITORIAL

Calvo-Sotelo, un hombre prudente

Con su fallecimiento, los españoles pierden a un político honrado, a un hombre cabal y a un fiel servidor público del que sin miedo a exagerar podemos decir lo que sólo cabe afirmar de los prudentes: lo hizo lo mejor que pudo, y lo hizo bien

De entre todos los protagonistas de la transición de España hacia la democracia, pocos han sabido ejercitar esa rara virtud que comienza con el entendimiento de los principios de la razón práctica y se afianza mediante la práctica constante del buen juicio, la visión, la precaución y la circunspección.

Leopoldo Calvo-Sotelo, presidente del Gobierno entre el 25 de febrero de 1981 y el uno de diciembre de 1982, fue el encargado de concluir la etapa en el poder de la Unión de Centro Democrático tras el fallido golpe del 23-F y organizar el impecable relevo en el Ejecutivo que se produjo tras la victoria del PSOE en octubre de 1982. A este ingeniero de Caminos, militante en su juventud de las Juventudes Monárquicas, Acción Católica y el Sindicato Español Universitario, los españoles le debemos su importante labor en las primeras organizaciones reformistas en el seno del franquismo, cuyo embrión fueron las reuniones organizadas a partir de finales de los años cincuenta por personas tan diversas como José María Ruiz Gallardón, Florentino Pérez Embid, Fernando Álvarez de Miranda, Iñigo Cavero, Pablo Castellanos y José Federico de Carvajal. Personajes olvidados o desconocidos para muchos, y a los que no obstante cabe rendir homenaje por su esfuerzo en pro de la reconciliación nacional.

Tras servir en los dos primeros gobiernos de la monarquía de S.M. Juan Carlos I, Leopoldo Calvo-Sotelo se unió a la UCD de Adolfo Suárez, formación por la que fue elegido diputado en 1977 y cuya portavocía ejerció durante el periodo de redacción y aprobación de la Constitución. Tras encargarse entre otras materias de las negociaciones para la entrada de España en la Comunidad Económica Europea y de la política económica, sufrió el intento de golpe de Estado ejecutado por el coronel Tejero durante su segunda votación como presidente del Gobierno después de la dimisión de Adolfo Suárez.

Elegido por fin dos días después con los votos en contra de los socialistas, Calvo-Sotelo intentó llevar a cabo una política de liberalización económica, recorte del gasto público y apertura al exterior. Con la excepción del ingreso de España en la OTAN, estas iniciativas fueron hábilmente torpedeadas tanto por la feroz oposición socialista como por elementos de la propia UCD, más interesados en asegurarse un futuro político al lado de Felipe González o de Manuel Fraga que de cumplir las funciones para las que habían sigo elegidos como diputados o designados como ministros. Ante la grave situación económica y el desmembramiento de su partido, Calvo-Sotelo optó por la convocatoria de elecciones anticipadas y renunció a presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno. Su último puesto en la política partidista lo ocupó como diputado europeo por la entonces Alianza Popular, que después se transformaría en el Partido Popular tras la llegada a su presidencia de José María Aznar.

Desde los años noventa, este político que optó por un segundo plano tras haber liderado el país en su momento más delicado desde 1975, realizó una importante tarea de análisis y explicación de la actualidad desde la prensa y los libros. Partidario de los cambios introducidos por Aznar en la derecha española, Calvo-Sotelo manifestó siempre un optimismo por el futuro de la nación, aunque en varias ocasiones manifestó su preocupación ante lo que consideraba una desviación de los principios constitucionales por parte de la izquierda y de los nacionalistas. Una advertencia atinada, a juzgar por los graves acontecimientos de los últimos años.

Con su fallecimiento, los españoles pierden a un político honrado, a un hombre cabal y a un fiel servidor público del que sin miedo a exagerar podemos decir lo que sólo cabe afirmar de los prudentes: lo hizo lo mejor que pudo, y lo hizo bien. Descanse en paz.

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