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EDITORIAL

Una carta de ruptura, más que de unidad

Una vez más, PP y Vox parecen llamados a no encontrarse en una batalla política que debería ser común.

La deriva populista de Sánchez y su deseo de mantenerse en el poder forzando un cambio de régimen, que ya ha empezado a sustanciarse, deberían ejercer de argamasa para que la oposición actúe de manera firme y coordinada en un momento tan crucial como el que atravesamos. Lo que se dilucida en estos momentos en la política española no es el reparto de escaños en unas futuras elecciones o quién va a liderar cada bloque ideológico, sino si España va a seguir siendo una democracia o, por el contrario, si estamos condenados a convertirnos en la excepción disgregada, socialista y populista de la UE.

En esta grave coyuntura, nada más apropiado que los líderes de los partidos de la oposición analicen conjuntamente la situación política y trabajen en una estrategia común para frenar en las instituciones y en la calle los planes liberticidas del sanchismo. La carta de Santiago Abascal a Núñez Feijóo parece ir en esa dirección, aunque es evidente que ni la forma en que se ha hecho pública ni algunos aspectos de su contenido son los más apropiados para crear un frente común con un partido al que se pide unidad con una misiva llena de reproches.

Abascal desgrana todo un memorial de agravios contra el Partido Popular, al que acusa de estar más interesado en acabar con Vox que de combatir los planes de Sánchez, con quien Núñez Feijóo parece seguir dispuesto a llegar a algunos acuerdos de Estado. De hecho, Abascal cree que en el PP hay una "obsesión" con su partido, al que se ha querido anular en las últimas elecciones celebradas en España.

Tiene razón el líder conservador cuando afea a los populares sus remilgos a la hora de significarse al lado de Vox en cuestiones que, desde luego, deberían estar por encima de las legítimas discrepancias políticas de unos y otros. Pero, si de verdad se quiere revertir esa situación, la publicación de una carta como la que se hizo pública ayer, antes de que la conozca el propio destinatario, no parece el camino más indicado para establecer una relación de confianza mutua. Por otra parte, si el Partido Popular está conjurado en la destrucción de Vox y traiciona a sus votantes pactando con Sánchez, ¿por qué quiere Abascal unir su destino al de Núñez Feijóo, al que acusa de cometer "un error gravísimo y ya bastante repetido en el despacho que ahora ocupa"?

Una vez más, PP y Vox parecen llamados a no encontrarse en una batalla política que debería ser común, como lo es la opinión inmensamente mayoritaria a este respecto de los votantes del centro-derecha. Los populares deberían entender que su principal enemigo es la izquierda sanchista; no el partido conservador, al que quieren ver reducido a un papel testimonial. Lo mismo cabe decir de Vox, que en plena campaña de las elecciones catalanas, se ha descolgado con una epístola cuyo tono parece elegido para hacer exactamente eso mismo de lo que acusa al PP, al que el partido de Abascal supera en intención de voto y diputados en provincias como Lérida y Gerona.

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