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EDITORIAL

La soberanía nacional no se negocia

Premiar a los secesionistas por dejar comportarse de la forma infame en que lo están haciendo sería una afrenta a la sociedad española, especialmente en Cataluña.

El presidente de ERC, el grotesco Oriol Junqueras, consiguió este domingo contener las lágrimas para proferir esta contundente sentencia: "La independencia no se negocia, se proclama y se ejerce". El aviso amenazante iba dirigido a su semejante, el inefable Artur Mas, que tiene descolocado incluso a su cómplice en la tragicómica farsa secesionista.

El espantoso ridículo que están haciendo los gerifaltes del nacionalismo catalán en esta hora aciaga no debería quitar gravedad a su desafío al régimen de libertades vigente desde 1978, al que de hecho ya están haciendo un daño tremendo, pues lo están socavando desde las propias instituciones que tienen por objeto materializarlo. España como Estado de Derecho no puede ni debe permitirse que una de sus Administraciones se comporte como una suerte de pseudo Estado canalla, que vulnere y haga vulnerar la Ley, pues la parte puede acabar por contagiar al todo y llevar al colapso de la Nación.

Así las cosas, al fanático tartarinesco Oriol Junqueras hay que replicarle con contundencia no sólo que la soberanía nacional no se negocia, sino que los que atentan contra el régimen de libertades de que nos hemos dotado los españoles merecen ser expuestos como los liberticidas que son y rendir cuentas ante la Justicia, si deciden convertir sus fanfarronadas en hechos.

Nada hay que negociar con el alucinado Junqueras, es claro. Pero tampoco con su semejante Mas: ni él ni su partido merecen otra cosa que el descrédito que tan a pulso se han labrado. Deben rectificar, deben dar marcha atrás sin otra expectativa que su propia supervivencia. Premiarlos por dejar de comportarse de la forma infame en que lo están haciendo sería una afrenta a la sociedad española, especialmente en Cataluña.

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