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EDITORIAL

Nacionalistas sin vergüenza ni sentido del ridículo

Ciudadanos está demostrando que se pueden hacer las cosas de muy distinta manera con los enemigos de la Nación.

La reacción de la nueva versión del nacionalismo otrora vendido como moderado tras quedarse sin grupo parlamentario tanto en el Congreso como en el Senado sólo puede calificarse de bochornosa.

Recurrir al Tribunal Constitucional es una pirueta política que sólo se le podría ocurrir a un partido completamente desorientado y sin sentido del ridículo como la antigua Convergencia, ahora Partido Demócrata Catalán. Una formación que, con uno u otro nombre, descalifica continuamente al Alto Tribunal desde su pusilánime sentencia sobre el Estatuto, ahora recurre a él pese a que no deja de proclamar su ilegitimidad y que no piensan someterse a sus dictados.

Con todo, la sorpresa que ha sacudido al PDC es lógica y comprensible: se trata de la primera ocasión en que los pactos y el compadreo no imperan sobre las leyes y los votos en las relaciones del nacionalismo catalán con las instituciones del Estado.

Y no es casualidad que esta primera ocasión llegue cuando Ciudadanos se ha convertido en un partido de ámbito nacional y con una importante presencia en el Congreso. Sólo por esa función de freno real y no retórico al nacionalismo ya habría que saludar el desembarco de los de Albert Rivera en la política nacional: con 32 diputados han hecho algo que el PP de Mariano Rajoy no quiso hacer con 186, es decir, poner pie en pared ante los desmanes de los que quieren romper la Nación.

Por otro lado, vista lo escandaloso de su reacción, está claro que la decisión de las Mesas del Congreso y del Senado ha supuesto un duro golpe para el partido de Artur Mas. Un perjuicio económico y, sobre todo, político en el que hay una lección que los demócratas españoles debemos aprender: es posible luchar contra el nacionalismo con las herramientas del Estado de Derecho y conseguir éxitos a corto plazo.

Pero, por supuesto, para eso hace falta una voluntad política que hasta ahora los grandes partidos no han tenido o no han querido tener: la posición de los nacionalistas de uno y otro signo como completadores de mayorías era demasiado importante... para los intereses de PP y PSOE.

La crisis del bipartidismo está generando algunos problemas a la democracia española, como los ocho meses de inestabilidad e incertidumbre acumulados desde el 20-D; pero hoy vemos cómo en las vergonzosas relaciones con el nacionalismo puede suponer un paso adelante.

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