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Eduardo Goligorsky

La madre superiora en la hoguera

"¡Al ladrón!", vociferan estos sinvergüenzas, señalando al reo, mientras esconden en sus cajas de caudales una parte sustanciosa del botín mal habido.

Si una persona, cualquiera sea su nivel social, adopta como modus vivendi el saqueo de los bienes públicos y del patrimonio de sus conciudadanos, debe estar preparada para que, cuando se descubren sus delitos, caiga sobre ella toda clase de quebrantos, desde los que provienen de la estricta aplicación de la justicia hasta los que resultan de la indignación de sus víctimas reales o potenciales.

Sin embargo, la complejidad de la naturaleza humana hace que también el escarmiento sirva de pretexto para ejecutar venganzas personales o, peor aun, para que quienes han sido cómplices del transgresor utilicen a este como chivo expiatorio de sus propias culpas. "¡Al ladrón! ¡Al ladrón!", vociferan estos sinvergüenzas, señalando al reo, mientras esconden en sus cajas de caudales una parte sustanciosa del botín mal habido. O, aprovechando la confusión, estos mismos oportunistas encubren actos de mayor envergadura contra la ley y la convivencia. Como es, por ejemplo, un golpe de Estado secesionista.

Certidumbre de impunidad

La certidumbre de impunidad que empujó a Marta Ferrusola a burlarse de su entorno con zafias triquiñuelas semánticas, vino como anillo al dedo a quienes hasta ese momento habían medrado a su sombra y a la sombra de su esposo. De pronto, ella se convirtió en una todopoderosa Lady Macbeth emboscada, travestida de madre superiora. Las fechorías de los Pujol pasaban a ostentar la marca Ferrusola.

Antoni Puigvert se ensaña con la matrona caída disparando una artillería pesada a la que pone sordina cuando se ocupa de casos más inmediatos y comprometedores, como los de los actuales procesados por desobedecer a la Justicia. Exhuma Puigvert una conferencia de la entonces primera dama a la que asistió en febrero del 2001, como cronista del diario El País. En ella, la disertante exhibió prejuicios antimagrebíes "que, por comparación, dejan a Marine Le Pen como una progre". Y añade ("Guionista de su propia parodia - La carta de Ferrusola a su banquero la hará pasar a la historia como la autora de la chirigota que sintetiza su existencia", LV, 19/5):

En la misma conferencia explicó que cuando sus hijos eran pequeños, los había educado a relacionarse con niños que hablaban en catalán, tanto es así que, a veces, cuando los llevaba al Turó Park, ellos le decían que no podían jugar con nadie puesto que todos los niños que encontraban hablaban en castellano.

La Catalunya integradora de su marido quedaba desmentida por el resentimiento cultural y por un desprecio a la diferencia que, además de dar la razón a todos los tópicos críticos sobre los fundamentos étnicos del nacionalismo catalán refundado por su marido, mostraban obscenamente la doble moral: el discurso políticamente digerible de Jordi Pujol contrastaba con los valores segregacionistas que se vivían en su casa. (…) Los principios que su marido defendía con voluntad de construir un país "con valores" han sido desmentidos por su esposa: trabajo bien hecho, esfuerzo, personalismo, humanismo, comunidad integradora… todo era mentira.

Según el razonamiento sesgado de Puigvert, si la bruja hubiera callado y se hubiera consagrado a sus labores, dejando, eso sí, la educación de sus hijos en manos de una institutriz menos permisiva y más cosmopolita, hoy el patriarca conservaría su aureola. No se habrían destapado sus miserias morales ni su labor insidiosa para desguazar España y someter la sociedad catalana a los caprichos de una oligarquía tribal.

Comparsa desechable

Francesc-Marc Álvaro descubre que esta es una oportunidad inmejorable para ejecutar una maniobra de distracción encaminada a reivindicar el patriotismo mítico del padrino acorralado, echando un tupido velo sobre sus desafueros, aunque ello implique descargar un aluvión de posverdades infumables y arrojar otro leño a la hoguera donde arderá la mala de la película, reducida al papel de comparsa desechable en el patio de Monipodio ("¿Qué sabía Jordi Pujol?", LV, 11/5):

A finales del 2002, un ex alto cargo de la Generalitat me explicó lo siguiente, testimonio que publiqué en el 2003, en la primera edición del libro Ara sí que toca!: "Pujol dilapidó, mientras sacaba adelante sus iniciativas a favor del país, el dinero del abuelo Florenci y, al mismo tiempo, no pensó en ganar dinero para los hijos, obsesionado como estaba en reconstruir Catalunya. Los hijos creen que Pujol les jugó una mala pasada a todos, al abuelo y a ellos mismos y, entonces, reclaman el derecho a hacer dinero por su cuenta, y cuanto más mejor. En esta argumentación encuentran una aliada formidable en la madre, Marta, que presiona para que el padre comprenda y tolere las actividades de los hijos. El mensaje que Marta Ferrusola y sus hijos -los mayores, principalmente- dan a entender a Pujol es que, en cierta manera, él ya no tiene derecho a decir nada ni a quejarse, a causa de la dimisión del papel que le tocaba en su día como padre proveedor".

Fin del culebrón dinástico. Su protagonista, la madre superiora epistolar, ¿perdonará a los fariseos que se aprovechan de su mala cabeza para usarla como tapadera de una cadena de latrocinios cuyos orígenes se remontan a los tiempos anatematizados del franquismo? Por supuesto, ella deberá pedir perdón, a su vez, a la sociedad catalana, por la soberbia con que la maltrató y se burló de ella, y también deberá rendir cuentas a la Justicia, junto con su esposo y su prole, por la fortuna mal habida.

Submundo del estraperlo

La cruda realidad es mucho más tenebrosa e intrincada que el cuento chino implícito en el testimonio que recogió Francesc-Marc Álvaro. Para explorar sus entresijos, nada mejor que recurrir al libro de memorias de Manuel Ortínez, La vida entre burgesos (Edicions 62, 1993). José García Domínguez lo definió así ("Les presento al patriarca Pujol", LD, 27/7/2014):

Las extraordinarias memorias de Manuel Ortínez (…) siguen siendo hoy el mejor libro clandestino entre los muchos catalogados en el Índice de la omertà catalana. Inexcusable lectura.

Por sus páginas desfilan, con nombre y apellido, los capitostes de la burguesía catalana que se enriquecieron en el submundo del estraperlo y el tráfico de divisas gracias a la benevolencia de las autoridades franquistas. Entre ellos se destacaba Florenci Pujol, el forjador de la cuantiosa herencia que su hijo Jordi y sus nietos engrosaron hasta topes que la Fiscalía deberá cuantificar.

Relata Ortínez que el Consorcio Algodonero, lobby de la industria textil catalana, contrató a Florenci Pujol para que dirigiera el equipo de porteadores que contrabandeaban cajas de zapatos repletas de pesetas a Tánger, única plaza donde aceptaban cambiarlas por dólares, que luego se giraban a Suiza y Estados Unidos. Y Ortínez conocía a fondo los arcanos de la rocambolesca operación: él confesó ser el jefe operativo de la banda, razón por la cual el Gobierno franquista lo convirtió en el funcionario oficial encargado de desmontarla.

El abad culpable

El magma de corrupción que envuelve a esta familia y sus allegados económicos y políticos pasa, sin embargo, a segundo plano, cuando se lo compara con el daño que el órdago secesionista que ellos iniciaron provocó y continúa provocando en la sociedad catalana, con repercusiones en toda España y Europa. Denuncié en "Los pecados del patriarca caído" (LD, 30/7/2014):

No, este chanchullo es peccata minuta si se lo compara con el añejo plan secesionista del venerado oráculo, plan que desemboca en una Cataluña fragmentada por tensiones cainitas, donde la idealización de mitologías rancias y rencores artificialmente alimentados está acompañada por la demonización de las raíces históricas y culturales compartidas con el resto de los españoles. La educación coactivamente monolingüe, el sometimiento de los medios de comunicación a las obsesiones identitarias y al espíritu del Volkgeist, sumados a la sustitución de los comicios parlamentarios por referéndums incontrolados y movilizaciones de masas regimentadas, nos aproximan peligrosamente a la matriz del totalitarismo. La salida de la Unión Europea y de todos los organismos internacionales está irrevocablemente asegurada si la herencia que nos deja el ex presidente de la Generalitat se materializa, con el consiguiente desbarajuste económico y la fatídica desprotección frente al terrorismo subversivo, el yihadismo islámico y las mafias internacionales. Este es el pecado mortal que convierte, repito, en peccata minuta la defraudación de unos milloncetes.

Los cronistas sectarios de este proceso retrógrado tienen la desfachatez de enviar a la madre superiora epistolar a la hoguera, mientras reservan el papel de mártir al abad, culpable originario del descalabro social que nos devasta. Se conduele Antoni Puigverd ("El árbol caído", LV, 15/5):

Tiempo atrás, evoqué para definir la tragedia de Pujol, la del rey Lear: el anciano desolado, traicionado por sus descendientes, que arrastra su tristeza por un reino oscurecido, dividido y arruinado.

Sería esclarecedor que la vilipendiada madre superiora epistolar desenmascare públicamente, desde la hoguera, a los cínicos que ayer la adularon y la usaron y hoy la ultrajan. Y que, para vengarse de su bien forrado cónyuge, que contempla impasible cómo sus antiguos cortesanos la humillan, también lo ponga a él en la picota.

En España

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