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Emilio Campmany

La pista iraní

Es lógico que en Puerto Madero se estén preguntando si CFK tuvo algo que ver. Pero aquí deberíamos preguntarnos si lo tuvo Irán.

Es lógico que en Puerto Madero se estén preguntando si CFK tuvo algo que ver. Pero aquí deberíamos preguntarnos si lo tuvo Irán.

Ha muerto Alberto Nisman de un tiro en la cabeza salido de una 22 mm., la pistola de los asesinos. A pesar de que se presentará como un suicidio, las sospechas se cernirán sobre la presidenta, Cristina Fernández, a quien el fiscal estaba a punto de imputar un delito de encubrimiento por sospechar que había pactado la impunidad de las autoridades iraníes que se supone ordenaron el atentado que en 1994 costó la vida a 85 judíos argentinos. La posibilidad, apuntada por el fiscal antes de su muerte, de que el acuerdo estuviera ligado a otro de suministro de petróleo iraní y sus correspondientes comisiones hace que las sospechas se agranden. También se apunta la posibilidad de que el fiscal no haya sido más que una víctima de las luchas intestinas dentro de los servicios secretos argentinos, cuya cúpula fue cesada por la presidenta en diciembre. Se supone que el sesgo tomado por la investigación del fiscal habría sido una venganza del destituido jefe de operaciones, Antonio Stiusso, amigo personal del fiscal. El Gobierno alega en su defensa que la orden dada a Interpol para la busca y captura de los ex altos cargos iraníes nunca fue revocada, a pesar del acuerdo alcanzado con Irán para colaborar en la investigación.

El asunto es importante y es lógico que haya despertado enorme interés en toda la prensa extranjera. Sin embargo, casi todos los medios se han centrado en las causas y efectos que dentro de Argentina puede tener el caso, cuánto puede perjudicar a CFK durante su último año de mandato, qué comprometedoras revelaciones estaba a punto de hacer Nisman, cómo puede beneficiarse de todo ello la oposición o hasta qué punto podrá el oficialismo esconder bajo la apariencia de un suicidio lo que a todas luces parece un asesinato. Y es normal que sea así. Pero hay otro aspecto que debería ser más interesante para nosotros, occidentales que no somos argentinos, y es la probabilidad de que ese atentado no fuera obra de fundamentalistas sino de una teocracia musulmana.

Creemos o queremos creer que el terrorismo islamista es consecuencia de la incorrecta interpretación que hacen unos pocos musulmanes radicalizados que a veces logran organizarse y cometer atentados de gran alcance. Y no estamos dispuestos a admitir que detrás de algunos de estos atentados no sólo está Al Qaeda, cualquiera de sus franquicias o el Estado Islámico. Detrás, financiando, influyendo, distribuyendo información y a veces organizando directamente están Irán y quizá alguna teocracia más. Fue precisamente eso lo que descubrió Nisman respecto del atentado de 1994. Y ahora está muerto. Es lógico que en Puerto Madero se estén preguntando si CFK tuvo algo que ver. Pero aquí deberíamos preguntarnos si lo tuvo Irán. Porque si se llega a la conclusión de que sí, quizá también debamos preguntarnos quién realmente nos ha declarado la guerra, si unos enloquecidos terroristas o alguien más. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

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