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Emilio J. González

El culebrón

Los escándalos nunca llegan en buen momento, pero el del BBVA y sus cuentas secretas en paraísos fiscales es tan inoportuno como dañino para el sistema financiero español, para el conjunto de instituciones relacionadas con la supervisión bancaria y para la economía.

El BBVA es, junto con el SCH, es una de las instituciones representativas de la banca española dentro y fuera de nuestras fronteras. Que ahora se vea inmerso en un escándalo como el actual no sólo deteriora su imagen, que lo hace y bastante –S&P acaba de revisar a la baja su ‘rating’-, sino también la del conjunto del sistema bancario que puede quedar en entredicho. Pero lo peor de todo, en este sentido, es que las autoridades norteamericanas y las de algún país europeo pueden aprovechar la circunstancia para tratar de hacer retroceder a la banca española en las posiciones que con tanto esfuerzo conquistaron en el exterior durante la década de los noventa, en especial en Latinoamérica. La cosa, por tanto, es bastante seria.

Peor aún peor es el hecho de que la supervisión del sistema financiero ha vuelto a fallar. El Banco de España conocía la situación de las cuentas irregulares desde hacía más de un año y, sin embargo, hasta ahora no ha empezado a decir nada. Eso supone un duro varapalo para una credibilidad, la suya, que ya estaba afectada por el caso Gescartera. Lo mismo sucede con la CNMV, que fue incapaz de advertir que en la auditoria del ejercicio 2000, hecha por Andersen, debería figurar una salvedad sobre la regularización que no aparece ni de la que la CNMV se enteró, como por ahora tampoco está diciendo nada de la información tardía e incompleta que el BBVA le ha ido remitiendo a medida que se iban publicando los distintos aspectos del caso en la prensa diaria. Por tanto, la supervisión del sistema financiero está otra vez en entredicho, después de lo malparada que salió del caso Gescartera.

Por si no fuera bastante con ello, el caso BBVA se produce cuando todavía no se han apagado los ecos del caso Enron y las dudas sobre la contabilidad de las empresas norteamericanas que suscitó el mismo. Esas dudas ahora pueden traladarse, si no al conjunto de las empresas europeas, sí al de las españolas, con la consiguiente salida masiva de los inversores institucionales extranjeros. Y eso será bastante perjudicial para unas empresas y una Bolsa como la española ya bastante castigadas por la crisis argentina.

Todo ello puede crear un clima de desconfianza sobre la economía española, sus empresas y bancos y su mercado de valores que puede tener consecuencias bastante negativas. ¿Quién invertirá en nuestro país en las circunstancias actuales? Además, cuando más de la tercera parte de las familias españolas tienen sus ahorros en la Bolsa, una caída de la misma puede reducir el consumo de los hogares y, de esta forma, dar al traste o dificultar la incipiente recuperación de la actividad productiva que empiezan a mostrar cada vez más indicadores.

El caso BBVA, por tanto, debe cerrarse cuanto antes, pero no puede hacerse en falso porque las dudas que quedaran pesarían como una losa sobre el banco y sobre toda la economía. Por ello, el gobernador del Banco de España debería comparecer ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados y dar todas las explicaciones que sean pertinentes, además de actuar con contundencia, caiga quien caiga. Lo que no procede es crear una comisión parlamentaria porque aquí, por ahora, no hay connotaciones políticas de ningún tipo. Se trata, por el contrario, de un asunto que concierne a una entidad privada con la que no se puede estar jugando simplemente por razones de oposición política porque los intereses que están en juego son muchos y muy distintos, entre ellos el de devolver cuanto antes la credibilidad al banco y a la economía española.

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