Menú
Enrique Navarro

Cumbre UE-Turquía: Europa afronta su mayor riesgo desde 1945

La cumbre entre la Unión Europea y Turquía se plantea como la última oportunidad que tiene el Viejo continente de apostar por el modelo exitoso de construcción europea que se inició en los años cincuenta, o bien de dinamitar todo el proceso europeo devolviéndonos a los fantasmas del pasado anteriores a 1939.

El problema no es de los refugiados es de Europa. En 2015 se presentaron un poco más de un millón de solicitudes de asilo, y medio millón el año anterior, no llegan ni al 0,3% de la población europea. Ver este hecho como una amenaza a la seguridad y convivencia europea muestra el gran fracaso de Europa. Que en la frontera con Macedonia se agrupen unos miles de refugiados que cabrían en el estadio de la Condomina no puede ser portada diaria de noticiarios. La noticia es la incapacidad europea de decidir qué hacer con cincuenta mil personas.

Todas las alarmas están sonando y Europa está dispuesta a saltarse todos sus principios ante esta amenaza. Y es que si la Unión Europea decide restringir los derechos y permitir que otros los pisoteen a la primera de cambio, es porque los principios no son tan sólidos. ¿Qué fundamentos son aquéllos que sólo sirven cuando no se ponen a prueba?

La Unión Europea continúa pisoteando a Grecia e Italia, como también lo hizo en el pasado a España y le obliga a detener el flujo para que la convivencia en Alemania, Austria o Suecia sea pacífica. Este comportamiento xenófobo recuerda a actitudes que creíamos olvidadas en países que se nos han presentado como modelos de reconversión moral después de 1945. Suecia y Dinamarca cierran sus fronteras y Francia le recuerda a Reino Unido que le enviará todos los campamentos de Calais a la Isla si se sale de la Unión Europea. Los países del Este de la Unión no pueden ni quieren poner en peligro sus modelos neodemocráticos por una invasión de refugiados para la que no están preparados. La posición de los grandes países europeos en esta crisis es repugnante; apenas han sido capaces de tramitar unos centenares de solicitudes de asilo; más de un millón están pendientes de resolución; lo que puede llevar cincuenta años y nadie parece excesivamente preocupado.

En la próxima cumbre en lo único que hay acuerdo es en entregar tres mil millones de euros a Turquía para que siga acogiendo a los refugiados en sus territorios en campamentos e impidan a las mafias seguir operando desde sus costas. Si Turquía con un ejército de quinientos mil hombres no es capaz de acabar con unas decenas de mafias es porque existe una clara connivencia. Si la oferta europea satisface a Turquía, entonces el problema volverá a los inicios del conflicto sirio, cuando dos millones de refugiados vivían en campamentos en la frontera sirio turca en condiciones infrahumanas, pero lejos de nuestros noticiarios.

Erdogan no va a dejar pasar esta oportunidad, justo cuando continúa reprimiendo a la oposición con la intervención judicial del principal diario opositor, Mazán, en una muestra de intolerancia que es incompatible con la Europa que creíamos tener. Pero además, Erdogán pedirá apoyo frente a la agresión ruso iraní que pretende mantener en el poder a Asad, ya que el régimen turco está en el inicio de la guerra civil en Siria, y no como espectador sino como promotor del conflicto junto a Arabia Saudita. También quiere apoyo para continuar la lucha contra los kurdos, y todo esto se lo vamos a conceder con tal de no tener problemas en Colonia porque unos descerebrados le tocan el culo a hombres y mujeres o cometen delitos que ponen en riesgo a los gobiernos europeos ante las actitudes xenófobas que su inacción está provocando o se cuelan terroristas ante la falta de control fronterizo.

Quizás esto resuelva el problema a corto plazo, quiero decir, el de nuestras conciencias; pero eso no significa que los niños dejen de morir o que las epidemias desaparezcan de los campamentos, sólo que al menos no tendremos que verlo como ocurre hoy en otros tantos lugares del mundo, especialmente en África.

Pero el debate de fondo es mucho más importante. Nuevas guerras vendrán y seguramente más refugiados y a lo mejor la próxima vez vienen desde el Sahel directamente a España. Todavía no somos capaces de determinar quién azuza estos movimientos, pero sabemos que los grupos terroristas se benefician de este flujo irregular y también sabemos que Europa no está en condiciones de solventar todos los problemas por si sola.

Si queremos resolver estas potenciales amenazas y dejar de poner a prueba nuestras fortalezas, debemos devolver al poder a todos aquellos dictadores que mantuvieron sus países bajo control impidiendo que sus habitantes pudieran salir de sus fronteras. Preferimos tener al líder norcoreano o a los regímenes autoritarios de Burma o Sudán que al menos impiden que sus ciudadanos puedan abandonar sus casas mientras despreciamos el dolor de sus habitantes. Si no queremos mantenerlos y apostamos porque en todos los países se impongan regímenes democráticos que fomenten el desarrollo económico, debemos estar dispuestos a tener que luchar en todos los frentes y asumir miles de muertos, el precio por una victoria incierta. Si volvemos a escuchar, como a algunos líderes europeos que nuestros buques empujen o hundan las pateras, estaremos no sólo asesinando a los supervivientes de un régimen brutal que también permitimos, sino estaremos suicidándonos como civilización.

La crisis económica que asola a Europa, aunque insignificante para los que no tienen nada, ha producido una pesadilla para las acomodadas familias del norte de Europa. La intolerancia en esta mezcla de factores explosivos se ha adueñado del escenario y ejerce una presión insostenible para los líderes europeos maniatados ante la magnitud del problema y su incapacidad de liderar a sus propios países.

Por un lado en Francia, el Frente Nacional francés acaba de mostrar su fortaleza con una victoria resonante en las elecciones regionales, el primer escrutinio tras los atentados de París, cosechando votos en todas las clases sociales. No tan lejos de ahí, en Austria, el Partido de la Libertad obtuvo en septiembre el 30% de los votos. El Fidesz en Hungría ya está en el gobierno con un lenguaje hostil a los refugiados. En Dinamarca, con el 20% de los votos, y segunda fuerza nacional, el ultraderechista Partido Popular Danés, ya es parte de la coalición gubernamental, votando por cerrar fronteras e incautar los bienes a los refugiados, recordando a como los judíos debieron salir de Castilla en 1492, dejando todos sus bienes a disposición de los reyes. En Suecia el partido xenófobo Demócratas acaba de imponer al gobierno la expulsión de hasta 80.000 refugiados al Mar Báltico. Y la lista sigue en Holanda con el partido por la Libertad de Geert Wilders, el UKIP en Gran Bretaña, la Liga Norte en Italia, los ultras del sur de Alemania o Amanecer Dorado de Grecia con sus uniformes nazis y no olvidemos al del tupé rubio del otro lado del Atlántico.

Como en los treinta, estos partidos movilizan cualquier descontento social hacia sus postulados. El ministro de Interior belga miembro del xenófobo N-VA aconsejó que la marina griega devuelva los botes aunque haya que hundirlos y estas perlas se escuchan cada vez con mas insistencia en la Europa de Erasmo, Calvino, Tomás Moro, Aristotéles, Zweig, Rousseau, Kant, Montaigne y Ortega, todos deben estar revolviéndose en sus tumbas.

Esta tragedia nos recuerda a los "boat people" que a finales de los setenta huyeron de Vietnam. Mas de dos millones salieron en botes, se calcula que más de doscientos mil vietnamitas murieron a manos de piratas y tiburones. En este caso, Estados Unidos obviamente adoptó su responsabilidad y casi un millón y medio de vietnamitas llegaron a Estados Unidos, enriqueciendo sin duda a la sociedad y economía norteamericana. Sin embargo muchos de los que llegaron a Alemania vieron como sus casas eran incendiadas por grupos neonazis. Hoy, Vietnam es un ejemplo de cómo el desarrollo económico es posible con modelos económicos mixtos y como hoy el problema ha desaparecido mostrando un vigor económico y social admirable. Siria, Irak y Afganistán son países ricos que solo necesitan seguridad, institucionalidad y apoyo financiero, pero éste debe ser el orden lógico.

Sirva un ejemplo para perder el miedo. Steve Jobs era hijo biológico de un emigrante sirio, Abdulfattah Jandali, oriundo de la ciudad de Homs, hoy en cenizas que dejó embarazada a su novia en la Universidad de Wisconsin. No pudieron casarse porque los padres de la mujer se opusieron por la ascendencia árabe del joven. El bebé fue entregado en adopción a una familia "normal" americana y ya saben el final de la historia.

La historia del mundo es la de las inmigraciones, pero éstas deben servir para enriquecer y no para destruir; para sumar y no para restar. Nuestra superioridad moral se muestra en la resolución para acabar con los problemas y de momento ni capacidad militar, ni política ni moral. Ni terminamos con el problema ni lo resolvemos; ni siquiera sabemos si lo que debe hacerse queremos hacerlo. Los que dan la bienvenida a los refugiados son los mismos que abanderarían el no a la guerra para acabar con estas dictaduras. Con buenismo sólo vamos a ahondar el problema.

Esta puede ser la cumbre de la ignominia si Europa decide saltarse todos sus principios, aceptar todas las imposiciones de Turquía y pagar una cantidad enorme por mantener a los refugiados en Turquía. Pero existen otras opciones. Europa debe mantener sus principios y para ello dispone de un ejército enorme con una capacidad logística capaz de absorber a un millón de refugiados, ordenarlos, distribuirlos y devolverlos cuando la situación lo permita. Europa no puede permitir que la deriva fundamentalista venza en Turquía porque ello nos traerá problemas mucho mayores en un futuro. No puede alimentar al régimen de Erdogán para ganar esta batalla. Europa debe por una vez junto a Estados Unidos y Rusia imponer por la fuerza una solución en Siria, pero también en Irak y en Afganistán, y en Libia y en el Sahel, y en Nigeria. Hemos dejado, ignorando el problema, que éste se convierta en una amenaza mundial para cuya solución ya no bastan con cumbres o acciones diplomáticas.

Europa no puede por sí sola defender sus valores en todo el mundo, ni siquiera todo Occidente, pero necesitamos un mensaje de fuerza frente a todos los regímenes que nos amenazan. Si nuestra acción va a consistir en acoger de mala manera a los refugiados sin otra consideración que un imperativo moral, primero estaremos condenando a los refugiados a una vida miserable; segundo, otros millones vendrán huyendo de la pobreza y de las continuas violaciones de derechos, porque hasta el campamento más indigno de Macedonia es mejor que tener de vecinos a Boko Haram o al Estado Islámico.

Europa debe acoger con dignidad y capacidad a los refugiados, devolver a todos aquéllos que no procedan de los conflictos más inmediatos, asegurar que las fronteras son inviolables y enviar un mensaje de fuerza a los países que incentivan este tráfico ilegal de personas. Europa debe dejar la retórica y pasar a la acción; lamentablemente Rusia ha hecho más por la crisis de los refugiados que toda Europa, aunque seguramente el coste a futuro será terrorífico; Asad volverá al poder e iniciará una contrarrevolución que supondrá años de hierro para la oposición. Y mientras, Estados Unidos a lo suyo, desentendidos de este problema. Europa no puede esperar nada ni de Clinton ni de Trump y esto vale no sólo para los refugiados, sino también para Rusia y las demás amenazas que se ciernen sobre Europa. Podemos estar asistiendo al final de la Europa nacida en 1945 si los principios decaen y los movimientos xenófobos, neonazis y populistas se hacen con el monopolio del poder, o bien si, las grandes potencias agarran fuerte el timón, a un renacimiento de nuestros valores; de momento me inclino por lo primero.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios