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Federico Jiménez Losantos

Arzallus, entre la ETA y la CIA

Los detalles sobre la triple relación Ben Laden-IRA-ETA que Gordon Thomas aporta en un gran reportaje publicado en el dominical de El Mundo no suponen ninguna sorpresa, pero sí confirman la hondura y gravedad de las implicaciones internacionales del terrorismo vasco y, en consecuencia, de las dificultades que los aliados de ETA, fundamentalmente el PNV, van a tener de ahora en adelante para explicar en el extranjero la bondad de su causa. Si ya le era difícil a Arzallus encontrar políticos normales –Cossiga y otros indeseables son desechos de tienta no sólo en Europa sino en su propio país– que respaldaran su estrategia separatista, siempre de la mano de los matarifes etarras, ahora le resultará imposible. La máquina antiterrorista norteamericana se ha puesto en marcha tanto contra los asesinos como contra sus cómplices. Y no hay cómplice más claro del terrorismo anti-español que el partido de Arzallus e Ibarreche. Por muy obtusos que sean y por lejos de Washington que caiga Vitoria, los norteamericanos acabarán colocándolo entre los enemigos de las libertades de Occidente. O sea, en su sitio.

Ya su eliminación del Partido Popular Europeo y la Internacional Democristiana por presión del PP había desalojado al PNV de su nicho ideológico tradicional, entre las fuerzas conservadoras prooccidentales salidas de la Segunda Guerra Mundial. Una situación bastante absurda, porque doctrinalmente el PNV estaba y está más cerca de Hitler que de Truman, pero favorecida por las circunstancias de la Guerra Fría, que colocaron al aparato peneuvista en buenas relaciones políticas y financieras con la CIA. De eso se ha valido Arzallus, sucesor de Ajuriaguerra pero también de Telesforo Monzón, para considerarse en libertad de pactar con la izquierda criminal sin perder sus credenciales de derecha occidental. Hasta que las ha perdido. Después del pacto de Estella, Arzallus sigue entregado a ETA. Y su modesta aunque magnificada victoria electoral no ha hecho sino confirmar su obsesión de forzar un plebiscito separatista, como quiere ETA. Después... el Diluvio. O sea, más ETA.

Pero la implicación de la CIA y todos los servicios secretos occidentales en la lucha contra el terrorismo cambia sustancialmente esa estrategia de “separatismo suave” que pondría en manos de una banda criminal ligada a Ben Laden y el IRA un País Vasco pequeño, pero en una situación capaz de provocar gran daño. Si el Gobierno del PP se esmera en explicarlo en Washington, la estrategia separatista de Arzallus e Ibarreche quedará para el cubo de la basura. Eso sí, antes debería perder el apoyo de González y Polanco, sus grandes valedores, sus únicas herramientas para romper la resistencia de los defensores de España y la Constitución. Nada que no puedan lograr quienes en la mañana del día 12 de octubre estuvieron a punto de volar por los aires en la Tribuna de Autoridades que presidía el desfile militar, incluido el homenaje a las víctimas del Once de Septiembre, representadas por los “marines”. Faltaban Ibarreche... y Pujol, que conste. Consta ya. Ahora se toma nota de todo.

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