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Federico Jiménez Losantos

El fatídico cuatro por ciento

Hace ya bastantes meses que Alberto Recarte pronosticó en Libertad Digital un 4% de inflación para finales de este año 2000, pese a que según el Gobierno iba a ser el año del gran equilibrio, el de la lucha contra los desajustes presupuestarios y la definitiva derrota de las tensiones inflacionistas, como lo prueba esa previsión oficial del 2% para la revisión de salarios, pensiones y demás. Como en la España actual hay extensas áreas de opinión que amanecen opinadas, para las que no hay malas noticias porque viven a la espera de una buena noticia del Gobierno, una sola, que es la de la concesión audiovisual, los pronósticos pesimistas o simplemente realistas, como el de Recarte, eran criticados como ganas de fastidiar al Gobierno negando la sólida evidencia. Bueno, pues he aquí la evidencia. El 4% de inflación y todavía nos queda la Navidad. Vamos a ver cómo se esmera cierta prensa en endulzarle los turrones a Rato.

Desde esas áreas de opinión con aplausómetro, todo lo que sea poner en duda los datos del Equipo Económico Habitual se viene considerando más grave que poner en duda la infalibilidad del Papa. Pero la realidad acaba por imponerse. Los que decían que el maldito 4%, derrota humillante de la previsión del 2%, no se alcanzaría nunca porque el Gobierno había acreditado "sobrada capacidad de maniobra para atajar la espiral inflacionista", tendrán que reconocer su error o el acierto ajeno. No lo harán. Acabarán echándole la culpa al católico vicio de derrochar que padecemos, frente a la protestante virtud del ahorro, que nos falta. Como si la presión fiscal no fuera un argumento más serio para explicar ciertas cosas que las célebres bobadas de Max Weber.

La previsión de Recarte se basaba en una continuidad del crecimiento económico, que en efecto se produce y es aún superior a lo esperado -un 4´1% ha anunciado el propio Rato-, pero esa misma fuerza de la economía hace prácticamente imposible que los salarios de cualquier empresa, privada e incluso pública, se sujeten al corsé oficial del 2%. Las cosas van demasiado bien para apretarse el cinturón y es cierto, como ahora se critica en medios gubernamentales, que en los medios de comunicación se transmite muy escasamente la idea de disciplina, reserva, cautela y contención del gasto. Por si el euro y el petróleo no fueran suficientes, la realidad y las noticias contribuyen a un efecto inflacionista devastador. Pero tal vez cuando se concedan de una vez todas las televisiones y todas las telefonías se empiece a reflejar en la prensa una realidad más severa o menos voluntarista. A lo mejor son tantas promesas audiovisuales lo que no deja que baje la inflación.

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