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Federico Jiménez Losantos

En Berlín sí ha caído el Muro

El prudentísimo decreto de privatización parcial del sistema de pensiones en Alemania no es una manifestación de liberalismo radical pero tiene un gran valor ideológico y político. Demuestra que la izquierda alemana --socialistas y ecologistas-- sí se ha dado cuenta de la caída del Muro y con él de todo el crédito intelectual que pudiera concederse al socialismo como doctrina y al Estado como gestor único del sistema de protección social.

Que la derecha cristianodemócrata se haya opuesto acaloradamente en el Bundestag a la iniciativa de Schröeder demuestra también dos cosas: una fijación reverencial por los orígenes, ya que fue el conservadurismo militarista prusiano el fundador del sistema que desembocó en el Estado de Bienestar, y la desorientación actual de quienes deberían haber asumido la dirección de esas reformas, precisamente por su meritorio liderazgo en la liquidación del Muro. Quizás por alejarse de la corrupción de Kohl, la CDU se esté apartando de lo que habrá de ser su gran aportación a la historia de Alemania y de Europa: la derrota del socialismo, tanto en el Este como en el Oeste.

Pero está claro que romper con una tradición intelectual es a veces más difícil que hacer la guerra a una ideología secularmente enemiga. Y que en el papel del Estado en la economía y en la vida social no es un culto reservado a la izquierda sino que tiene en la derecha adoradores pertinaces. Que la socialdemocracia, con su estatalismo implacable, era un camino hacia la tiranía política y la ruina económica es algo que Hayek denunció de forma insuperable en Camino de Servidumbre y que la derecha alemana de Erhard y la revista "Ordo", inspirada en la Escuela Asutríaca, supo entender durante la próspera Era de Adenauer. Pero ¿quién se acuerda hoy en Alemania más de Erhard, los socialistas o los democristianos?

Evidentemente, la politiquería, el clientelismo, la tecnocracia y ese centrismo barato que impregna a la derecha política europea --incluída la española-- ha arrumbado esa magnífica tradición liberal y conservadora, permitiendo que dos típicos oportunistas de izquierda, como sin duda lo son Schröeder y Fischer, sepan aprovecharla para maquillar eficazmente la ruina de su tradición intelectual. Más vale, con todo, un socialista que realmente asume la caída del Muro que un democristiano incapaz todavía hoy de enterrar el estatalismo de Bismarck, esa herencia de plomo del Canciller de Hierro.

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