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Francisco Pérez Abellán

Arlindo relindo

La justicia española, nadie sabe por qué, mantiene el equívoco de que la gente está a salvo de violadores, asesinos o terroristas.

La justicia española, nadie sabe por qué, mantiene el equívoco de que la gente está a salvo de violadores, asesinos o terroristas, a los que sobre el papel condena a cientos de años, como a Arlindo Luis Carbalho, el conocido Violador de Pirámides, que recibió una sentencia de 514 años de prisión pero que ya está en la calle, al haber cumplido sólo veinte. El violador ha salido a la chita callando de la cárcel durante el pasado fin de semana, probablemente ante el temor de que el personal se indigne, cosa inevitable.

Arlindo Luis es probablemente el peor violador de todos los tiempos, que ejercía una particular forma de rapto, en la que secuestraba a la víctima y la retenía bajo una gran presión y miedo, de forma que no sabía si conservaría la vida. En ocasiones la desnudaba y la llevaba al pánico pasándole la hoja del cuchillo por la piel. Arlindo fue un violador despiadado del que no recuerdo arrepentimiento alguno, que presumía de haber violado a más de cien mujeres, que actuó con toda impunidad en Madrid, como si fuera una república bananera, sin que las autoridades fueran capaces de capturarlo, ni siquiera de establecer que se estaba ante un único depredador sexual, aunque eran conscientes del alto nivel de violaciones.

Finalmente, no fue detenido por la investigación de la Policía, sino por el acto de valor de su última víctima, una joven de poco más de veinte años que le hizo frente, logró salir del encierro en el último momento dando una patada al ascensor, huir y capturarlo. Por cierto, que a la hora de la denuncia le pusieron pegas hasta el último momento preguntándole por qué tenía tanto interés si a ella no le había hecho nada.

La valiente chica no se arredró y consiguió que la Policía llamara al violador, del que facilitó la matrícula de su coche, para renovar su DNI, motivo por el que le hicieron unas fotos, lo cual es un logro porque a "Arlindo relindo", como se burlaban sus compañeros de colegio, le importa mucho el anonimato: el tribunal le permitió estar en el banquillo con capucha, pero todo el mundo pudo ver su jeta gracias a los periodistas que difundieron los retratos. Por eso nunca volverá a actuar aprovechando que es un desconocido.

El violador tiene cara de bueno y aspecto de no haber roto un plato. Por eso se acercaba con autoridad a sus víctimas, convirtiéndose en el único delincuente de su especie que violaba a horas fijas, a diario de 8 a 11, y el finde, de 3 a 6.

Dudo mucho que este personaje, que al principio tras los barrotes decía que era injusto porque al fin él no había hecho más que un puñado de "favores", se haya reinsertado. Si fuera así deberían haberlo soltado a bombo y platillo, mostrándonos ahora cómo al pasar por la cárcel milagrosa el peligroso depredador se ha convertido en un bienhechor o al menos en un ciudadano neutro; con alguna prueba, claro.

El asunto suena a que se ha cumplido con la matemática penitenciaria y le han puesto de patitas en la calle procurando que no se armara revuelo. Gracias a esto del revuelo tampoco avisaron en su día de que Madrid era la ciudad del violador –y lo fue durante ocho años–. Tal vez si lo hubieran hecho, algunas de las víctimas habría podido escapar. Estoy pensando, en recuerdo de todas ellas, en una joven de 17 años sorprendida en el Retiro a hora temprana y violada por el de Pirámides; a la que, como a todas, destrozó la vida.

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