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Francisco Pérez Abellán

Criminología ful

Para alcanzar lo óptimo no hay otro camino que cambiar la política o al político y contar con los que más saben del crimen y su ciencia sin atajos.

Ahora que todo se ignora, probablemente no se sepa que cuando alguien se hace pasar por policía sin serlo es llamado "policía ful" en la jerga de los expertos. En ese sentido se trata ahora de la "Criminología ful". Los criminólogos son los especialistas que estudian el crimen: los únicos capaces de prevenir el delito. Pues resulta que la propia Dirección General de la Policía ha devaluado enormemente los títulos de este grado universitario. Ya hay no solo policías ful sino criminólogos ful, aunque estos últimos son muy especiales.

Elijan el partido cuyo líder hable de seguridad, la gran olvidada. Recuerden que hay muchos crímenes sin resolver y cantidad de desaparecidos sin hallar. Como ya les he contado, una gran cantidad de universidades españolas imparten grados de Criminología, pero los criminólogos que salen cada año no son reclamados por la Administración y apenas se les tiene en cuenta. Y eso que son especialistas capaces de ahorrar dinero y sufrimiento. Tal vez en este desprecio de la política criminal esté la cuota del veinte por ciento de casos sin resolver. La preparación y la formación no se trabajan y para imponer determinadas políticas se pervierte el sistema.

Al menos cien altos cargos de la Policía designados por los mandos políticos, entre los que podrían encontrarse los que no tienen la titulación que exige la ley o elegidos por simple capricho, han sido favorecidos por un acuerdo entre los responsables políticos y la Universidad Rey Juan Carlos, de espaldas a la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación), que ha facilitado que estos agentes obtuvieran en un solo año el remedo de un título que a cualquier estudiante le cuesta cuatro. Un año online: ni siquiera semipresencial. Estos estudios resultan inadecuados e insuficientes: con solo 60 créditos y ningún crédito.

A nadie se le oculta que no se aprende lo mismo en un año que en cuatro. Pero la cosa está en el precio. Tal y como las líneas aéreas recortan el equipaje, aquí se recorta el bagaje: tres mil euros y criminólogo. Como será el estropicio que el propio Ministerio de Educación ha reventado el acuerdo forzado por el otro ministerio, el de Interior, aunque sean dos partes del mismo Gobierno.

Entre los que obtuvieron el título low cost (y low quality) hay importantes jefes, y no han sido más porque no ha dado tiempo pero se preparaba toda una Universidad de la Policía, quizá con la misma economía y rigor. Vaya vista la del águila de la seguridad.

Mientras un detective privado, que no puede investigar homicidios porque el monopolio lo tiene la Policía en este libre mercado aberrante, debe ser obligatoriamente diplomado universitario, lo que supone tres años de universidad, los policías no tienen este requisito. Pese a eso hay algo que les honra: muchos agentes cursan por su cuenta Derecho o Criminología, o las dos cosas, pero no siempre son los elegidos. Los políticos prefieren el dedazo aunque los designados no tengan la formación que se exige.

El conflicto se destapó cuando un miembro del cuerpo llevó el caso a los tribunales y hubo que paralizar la función del jefe denunciado. Ahora es el Ministerio de Educación, que no fue consultado, el que corrige y se supone que los sindicatos policiales habrán de tomar cartas en el asunto pues ya deben estar con la mosca detrás de la oreja por esta promoción sin emoción.

Hemos visto recientemente grandes éxitos de la Policía, nunca antes alcanzados, como la captura del asesino de Eva Blanco, que desgraciadamente no fue fruto de los logros del sistema, sino de la abnegación personal de los implicados, y sin embargo también encontramos problemas insolubles y casos enquistados. En algunos hay estrategias claramente equivocadas y en otros se han apagado las iniciativas y nos encontramos con carencias insufribles como la necesidad de una elite ó grupo preparado para los asuntos difíciles. Para alcanzar lo óptimo no hay otro camino que cambiar la política o al político y contar con los que más saben del crimen y su ciencia sin atajos.

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