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Francisco Pérez Abellán

El vicio español

A lo largo de la historia se ha visto la contundencia del vicio español consistente en elevar a los mayores cargos a personas que previamente han fracasado.

A lo largo de la historia se ha visto la contundencia del vicio español consistente en elevar a los mayores cargos políticos a personas que previamente han fracasado rotundamente en sus funciones. Por no hacerlo exhaustivo, podemos citar el caso de Práxedes Mateo Sagasta, ministro de Gobernación en el momento en que fue asesinado Juan Prim, que, lejos de dimitir o ser fulminado por su incompetencia, fue elevado a las alturas. Recuerden la frase que se le atribuye a Alfonso XII en su lecho de muerte: "Cristinita, guarda el c..., y ya sabes: de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas". Y sin embargo como ministro de Gobernación Sagasta no pudo ser más nefasto: debido al fallo de su policía y a la falta de protección, su presidente fue vilmente asesinado. La ristra de cargos después y las veces en que fue presidente del Gobierno llenan varias planillas de la Wikipedia.

Otro que tal baila es Álvaro de Figueroa y Torres, primer conde de Romanones, que fue también ministro de Gobernación cuando Mateo Morral arrojó la bomba en la calle Mayor. Por cierto, que acaba de fallecer el gran Godo, Godofredo Chicharro, dueño de Casa Ciriaco, el mejor de los reyes godos, propietario también del cuarto D del mismo edificio desde donde cayó el único ramo de flores que en realidad era una bomba el día de la boda de Alfonso XIII, que ahora, el 31 de mayo, se cumplen 110 años sin que nadie se acuerde de aquel asesinato de masas, con 23 muertos en el acto y 108 heridos graves, en lo que fue el mayor atentado contra la monarquía y el mayor de todos hasta el 11-M. En este último, también contra el pueblo de Madrid, hay al menos un cargo con vicio, especialmente si se cree la versión oficial, que fue ascendido e incluso premiado por quien menos te lo esperas, a pesar de tener gran responsabilidad en lo ocurrido.

Romanones no supo impedir el regicidio frustrado ni capturar a los responsables, ni completar la investigación. Pero eso no impidió que tuviera una carrera tan larga que incluye, claro, la presidencia del Consejo de Ministros. El vicio se ha perpetuado a lo largo de la historia política de España y, por poner otro ejemplo, recordemos, porque es muy llamativo, que Carlos Arias Navarro era ministro de Gobernación cuando volaron a Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno. En vez de dimitir o destituirle por la vía rápida por su flagrante error, se le nombró presidente en sustitución del asesinado.

La historia no se detiene y ahora ya nadie se esmera en contarla. El peligro es que la tragedia vuelva como farsa ante un pueblo sin periodistas, porque no se engañen: eso de que todos sean periodistas en las redes significa que nadie lo es. Eugenio Montero Ríos, presidente del Tribunal Supremo, tuvo que dimitir por ser el protector del director de la cárcel Modelo, "investigado" se dice ahora, por presuntamente dejar salir a presos que campaban a sus anchas e incluso iban a los toros. Eso no fue impedimento para que llegara a la presidencia del Consejo de Ministros. El vicio español se distingue por evitar cualquier contrapoder, estrangular a Montesquieu y no llegar nunca a las clases de historia que de verdad importan.

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