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Inventando a Kerry

Se defiende a Kerry para combatir a Bush. No se apoya un programa sino que se denuncia una historia, una trayectoria política caracterizada por la firmeza en la guerra contra el Terror

Una buena parte de los medios de comunicación y de las formaciones políticas europeas no ocultan, sino todo lo contrario, su deseo de que el senador Kerry gane las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Carlos Semprún Maura ha subrayado, desde estas páginas virtuales, el poco espíritu democrático de ese ansia intervencionista en la vida interna de otro estado. A ese comentario, que sin duda asumimos, cabría añadir algunos otros que nos ayudarán a entender esta extraña patología que recorre Europa.
 
Se defiende a Kerry para combatir a Bush. No se apoya un programa sino que se denuncia una historia, una trayectoria política caracterizada por la firmeza en la guerra contra el Terror. Bush ha puesto en evidencia la desunión, la debilidad y la falta de principios de muchos europeos, que se refugian en el multilateralismo para esconder su disposición a las políticas de apaciguamiento; a una Europa que trata de llegar a acuerdos, cesión tras cesión, ante el enemigo real y que percibe al actual Presidente como la máxima amenaza contra sus intereses.
 
Para poder defender a Kerry es preciso ignorar primero el programa del Partido Demócrata, la América que representa, y, sin pudor alguno, inventarse un personaje para uso dialéctico. Los que ahora le defienden criticaron a Clinton por sus acciones militares y por su encendida defensa de la globalización liberal. En muchos casos, incluso le denunciaron por haberse dejado arrastrar a la Guerra de Kosovo. El Kerry real, el Partido Demócrata que él representa en esta campaña, resulta casi tan inaceptable para ellos como Bush y los republicanos. De hecho, uno de los comentarios más repetidos en la prensa norteamericana de estos días es la similitud -gestos y juegos de palabras a un lado- entre las posturas reales en materia de política exterior de ambas formaciones.

En lo que sí aciertan los kerristas del Viejo Continente es al confiar en que el senador sería un presidente menos decidido, más manejable. Plantearía retos semejantes a los de Bush, pero sería más fácil contenerlo. Los Estados Unidos de Kerry serían menos hegemon y más great power, un primus inter pares que, a la hora de la verdad, no acabaría de decidirse. Kerry no es menos liberal ni menos intervencionista que Bush, pero es mucho más débil e incoherente y eso es lo que gusta.

Los europeos deberían reflexionar sobre su coincidencia con los que están detrás del Terror a la hora de preferir uno u otro candidato. El enemigo no está en Washington y el principal problema para combatirlo reside en nuestra falta de conciencia y en nuestra extraordinaria cobardía.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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