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Mucha calma

Es un momento delicado. El tirano norcoreano Kim Jong Il ha muerto dejando un país nuclearizado y extremadamente pobre en manos de su joven e inexperto hijo.

Es un momento delicado. El tirano norcoreano Kim Jong Il ha muerto dejando un país nuclearizado y extremadamente pobre en manos de su joven e inexperto hijo. Ha ocurrido justo la semana en la que Estados Unidos presumiblemente estaba dispuesto a enviar de nuevo alimentos a los casi dos millones de desnutridos que hay en el país. Un paso que Washington pretendía dar para asegurar que las cosas se mantuvieran en relativa calma durante el próximo año electoral, alejando la posibilidad de embarcarse en alguna crisis imprevista. Con la muerte de Kim Jong Il los deseos de Obama siguen siendo los mismos: estabilidad en la península coreana.

La administración norteamericana no quiere allí sustos; no quiere luchas internas que pueda desestabilizar el país; no quiere una primavera norcoreana; no quiere enfrentamientos entre las dos Coreas; no quiere verse obligado a tomar cartas en el asunto. No ahora, con la que está cayendo y a las puertas de año electoral. Y cuenta con el apoyo de China. Pekín tampoco va a permitir el colapso de un país por el que decidió apostar y apoyar, con el que ha incrementado notablemente sus compromisos económicos en los últimos tiempos y que, por lo tanto, está dentro de sus intereses. Pekín de hecho ha afirmado que apoyará esta transición.

Paradójicamente este escenario –la continuidad del régimen con una sucesión o regencia sin sobresaltos– es el mejor posible, al menos hoy en día y a pesar de que sea el pueblo el que continúe sufriendo las consecuencias de esta perversa dinastía. El peor de los casos sería la desestabilización del régimen como consecuencias de luchas internas por el poder, con la posibilidad de que se desencadene una guerra civil y haya un vacío de poder. ¿Quién tendría entonces el control sobre el enorme arsenal nuclear? Las armas incluso podrían desaparecer en el mercado negro.

Mientras, se especula sobre quién es Kim Jong Un, sobre si es un fan del baloncesto o si estudió en Suiza. Pero nadie a ciencia cierta sabe mucho de él, ni su edad exacta que según los medios varía entre los 26 y los 30, ni la naturaleza de su ideología, y ni siquiera la exacta pronunciación de su nombre. Pero todos coinciden en afirmar en que su juventud es un impedimento para que tome de forma efectiva las riendas del país. Quizás lo que más le convenga a él y al país en este momento sería una regencia. Y aquí salta la figura de su hermana, Kim Kyong Hui, nombrada general en septiembre de 2010, y la de su marido, Jang Seong Taek, para algunos analistas el número dos del país. Podrían ser ellos los que tutelaran el poder en el futuro más inmediato.

Pero al fin y al cabo, todo son especulaciones sobre este opaco régimen del que se desconoce casi todo. Habrá que esperar y, sobre todo, tener mucha, mucha calma.

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