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Ignacio Moncada

El arquitecto de la Logse

No es que los profesores no sepan enseñar, sino que no pueden. Se les ha despojado de todo mecanismo por el que puedne hacer que los alumnos atiendan y estudien.

Soy, si no me equivoco, el benjamín de la parrilla de columnistas de Libertad Digital. Si no, al menos uno de los más jóvenes. Eso siempre provoca un cierto vértigo, y más cuando buena parte de los vecinos de espacio son referencias intelectuales de uno. A veces me pregunto si la mía será una juventud desperdiciada, en la que en lugar de buscar la sensatez, bien pudiera haberme dejado caer, como tantos, por el precipicio totalitario y aprender con la bofetada. O sea, lo que hoy en día viene a ser campar entre la mugre intelectual, e indignarse para poder vivir del trabajo de los demás. Experiencia, dicen muchos, altamente recomendable. Al cabo, como dijo George Bernard Shaw, la juventud es una enfermedad que se cura con los años. Así que tiempo habría para la reconducción ideológica. El caso es que, además de las taras propias de la inexperiencia y de no tener esa pátina que el socialismo aplica sobre quienes pasan por él, mi generación arrastra un lastre aún mayor: somos víctimas de la Logse. Salimos de esa especie de sálvese quien pueda educativo en el que los alumnos se mueven entre la ignorancia y el autoaprendizaje. Pero que siempre deja un insuperable hándicap formativo.

El asunto es que el arquitecto de la Logse, léase Rubalcaba, cree haber dado con la causa de la crisis económica. No se rían: la culpa la tiene la educación, dice. El químico socialista está centrando su campaña en repetir el mantra de que la "única estrategia cierta para salir de la crisis es la educación". Frase que, supongo, no debe de terminar de sentar bien a esos desempleados que reciben portazos en las entrevistas de trabajo por estar sobre cualificados. No debe agradar a tantos parados que han tenido que recurrir a la frustrante actividad de eliminar de su currículum carreras universitarias para, al menos, conseguir algún empleo. El que sea. En fin, que Rubalcaba cree haber detectado que el problema económico de España no es un mercado laboral insoportablemente rígido, ni un sistema competitivo minado de exigencias regulatorias y con déficit de seguridad jurídica, sino que se debe a que los profesores son unos zotes. No se entiende si no que el candidato socialista considere que la piedra de toque para volver a tasas de paro, digamos, decentes, sea la de implantar un sistema similar al MIR para la elección del profesorado.

El problema no es que los profesores no estén preparados, y por tanto no se arregla haciéndoles a todos ellos un examen tras la carrera. Eso servirá, eso sí, para controlar desde el poder político lo que tienen que saber y lo que no. Será muy útil para que el Gobierno diga qué profesor conviene y cuál no, y podrán pastorearlos a su antojo para que no se salgan del camino marcado. Requisito básico para que luego éstos puedan pastorear a su vez a los alumnos por la senda ideológica conveniente. Pero no servirá, me temo, para solucionar el problema educativo español. No es que los profesores no sepan enseñar, sino que no pueden. Se les ha despojado de todo mecanismo por el que puedne hacer que los alumnos atiendan y estudien. El concepto de autoridad del profesor se disolvió con la llegada de la Logse y el suspenso pasó a ser un elemento completamente válido para pasar de curso. El sistema implantado por Rubalcaba se guía por la afirmación de Tagore por la que "no es tarea fácil educar jóvenes, pero adiestrarlos, en cambio, es muy sencillo". Ahora, proponiendo el MIR educativo, quiere profundizar en esa dirección. Cuándo propondrán, en fin, un MIR para políticos.

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