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Ignacio Moncada

Fuga de capitales

Si España sube los impuestos al capital, el dinero se irá a otros países. Es como si a Messi, a Cristiano Ronaldo o a Kaká se les obligara a jugar con tobilleras de plomo. Se irían a meter goles a otra parte.

El socialismo nunca entendió la mecánica de la competencia. Si la doctrina antiliberal se hubiera impuesto en el deporte, por poner un ejemplo, en lugar de un espectáculo de masas se habría convertido en algo aburrido y residual. Afortunadamente, sólo enraizó en la política. Porque me cuesta imaginar a Usain Bolt penalizado en una carrera por ser el hombre más veloz del mundo. Sería un impuesto al entrenamiento diario, o una tasa sobre la longitud de la zancada. Un gravamen, al fin y al cabo, por ser más rápido. Se le obligaría a salir veinte metros por detrás de los tacos para dar opción a los más lentos a ganar, conformando una línea de salida progresiva.

Cuando se permite a los actores económicos, igual que a los deportistas, competir en buenas condiciones, darán lo mejor de sí mismos. Pero si no pueden, se marcharán a otra parte donde se les trate mejor. Este concepto, el de competencia, es lo que se le escapa a Rodríguez Zapatero cuando anuncia que subirá los impuestos al capital. Porque, admitámoslo, para un socialista suena bien. El capital por definición es malo, pues forma parte de la palabra capitalismo, y si el Estado se apropia de sus ganancias parece que nos quita un peso de encima. Pero a la hora de la verdad, el capital es la casa en la que vivimos, nuestros seguros de vida y los ahorros que guardamos para el futuro. No es algo que afecte a las grandes fortunas, cuyos beneficios tributan al 1% en las SICAV, sino a la gran clase media. A nosotros.

Pero no es el único efecto perverso de este nuevo producto de marketing socialista. Al igual que sucede con el atletismo, la economía es competencia. Alguien que esté buscando un lugar para invertir sus ahorros estudiará dónde se le presentan las mejores condiciones, y Zapatero está empeorando las de España. El capital no tiene fronteras, ni sabe de naciones. En décimas de segundo, grandes sumas de dinero pueden viajar a la otra punta del planeta buscando mejores proyectos en los que invertir. Y hay que recordar que la inversión no es otro concepto delictivo, sino que es algo bueno para un país. Es así como muchos dragones asiáticos han protagonizado un espectacular desarrollo económico: presentándose como un excelente lugar para invertir. De esa manera ha llegado el dinero extranjero, y con él la inversión en infraestructuras, la mayor implantación de empresas, el crecimiento en la contratación de trabajadores y el aumento del consumo interno. La prosperidad, al fin y al cabo.

La competencia condiciona todos los ámbitos de la vida. Cuando Estados Unidos ofrece mayores posibilidades de desarrollo profesional, los licenciados africanos cruzan el Atlántico en busca de mejores oportunidades. Cuando Europa promete más éxitos futbolísticos, los jugadores brasileños y argentinos cogen el avión para aterrizar en las ligas española, inglesa o italiana. Igual sucede con los inversores. Si España sube los impuestos al capital, el dinero se irá a otros países. Se producirá una fuga de capitales, una huida de inversores que nos hundirá más en la crisis. Es como si a Messi, a Cristiano Ronaldo o a Kaká se les obligara a jugar con tobilleras de plomo. Se irían a meter goles a otra parte.

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