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Ignacio Moncada

La hidra europea

La Unión Europea es una superestructura política y burocrática construida al margen de los ciudadanos, que aumenta con voracidad recaudatoria mientras sirve de retiro dorado a miles de políticos amortizados.

A nadie le supieron mejor las doce uvas que a Rodríguez Zapatero. El año 2009 quemaba bajo sus pies, y ardía en deseos de dar el salto a un nuevo año, a una nueva década. Estoy seguro de que nunca se alegró tanto de ver a Belén Esteban y a Jorge Javier Vázquez que cuando, desde la pantalla del televisor, le anunciaron que el interminable 2009 quedaba atrás. Que bienvenido al año 2010. Y que a año nuevo, vida nueva.

Ha terminado un año demoledor para la economía española, para el empleo y para las encuestas de intención de voto socialistas. Ahora Zapatero es el presidente de turno de la Unión Europea. El PSOE espera que esto sea el elixir que devuelva al presidente a la cabeza de la carrera electoral. Y para ello se valdrá de su entusiasmo desbordante y de su europeísmo ciego. Sin embargo, la experiencia dice que embarcarse en la presidencia europea es muy satisfactorio para los políticos, pues se codean con la élite mundial, pero que no se traduce necesariamente en oxígeno electoral. Algunos expertos dicen que los ciudadanos españoles pueden sentirse abandonados por sus gobernantes, y más en medio de una voraz crisis económica, y que es probable que les pase factura.

A Zapatero le toca la presidencia en un momento en el que aumenta el descrédito de las instituciones europeas. En los últimos años se venía oyendo que el problema de Europa era que no tenía una única cabeza visible, ni un criterio único. Era una hidra compuesta por el presidente de la Comisión, el presidente rotatorio, el Alto Representante para la Política Exterior y los líderes del Parlamento Europeo. Para solucionar esa multicefalia nos vendieron el Tratado de Lisboa, que venía a aglomerar todas esas cabezas en una sola: el presidente permanente del Consejo de la Unión Europea. Por supuesto a nadie se lo ocurrió que para que funcionara tenían que eliminarse el resto de las cabezas. Así que ahora tenemos, simplemente, un presidente más en ese cóctel de burócratas y políticos abrasados que es la Unión Europea.

España es uno de los países más irracionalmente europeístas que integran la Unión. Mientras la mayoría de los países componentes miran con recelo los intentos de intervención de la burocracia comunitaria en sus asuntos internos, nuestro país está permanentemente entusiasmado con el asunto europeo. A veces queremos imitar a Estados Unidos mientras despreciamos lo que realmente les ha hecho fuertes: una unión en torno a unos valores que ponen al individuo por delante del poder político. La Unión Europea es una superestructura política y burocrática construida al margen de los ciudadanos, que aumenta con voracidad recaudatoria mientras sirve de retiro dorado a miles de políticos amortizados.

Esa es la Europa que ahora va a dirigir Zapatero con la batuta compartida. No tendrá ninguna capacidad ejecutiva, ni casi voz representativa en medio del coro de voces comunitarias. Pero procurará presentarse como el arquitecto de la recuperación económica europea, obviando su desastrosa gestión en España. Aunque en el nuevo año se ha marcado como objetivo, con toda probabilidad, que la presidencia europea le remolque al liderato en las encuestas, me temo que le sucederá como a los que hacemos promesas en Año Nuevo: que a mediados de enero serán papel mojado.

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