Las turbulencias provocadas por las declaraciones realizadas el pasado martes por el presidente extremeño Rodríguez Ibarra han servido para situar en el escaparate los verdaderos problemas internos del Partido Socialista. Y aunque como tantas otras veces Ibarra ha recogido velas, en el programa de Gabilondo, la polémica está servida. Y no es una polémica artificial, aunque ahora intenten amortiguar el golpe con declaraciones azucaradas. Las cosas no son así, aunque intenten fabricar una realidad virtual. Ibarra dice ahora que se refería al presidente Balear, Jaume Matas, una verdadera pirueta dialéctica que no corrige su primera andanada.
Y encima el presidente Zapatero, con una simpleza que es cada vez más preocupante, ha irrumpido en escena, intentado poner paños calientes a la situación. Bromas infantiles con sonrisa fácil, pero poco más. Dice que hay que acostumbrarse a las declaraciones "con pasión" del "compañero Ibarra"; y no le falta razón. Pero el primero que debería acostumbrarse es él mismo, incapaz de poner orden en su partido. No estaría de más que el Jefe del Ejecutivo repare -aunque sea por una vez- que las críticas del presidente extremeño tienen una primera referencia en la propia persona del presidente Zapatero. Ibarra se refería a Chaves y a Maragall –de acuerdo– pero sí estos políticos dicen y hacen lo que les cuadra es porque Zapatero desde Madrid no sabe exigir una mínima coordinación.