Menú
Jeff Jacoby

Claro que elegiríamos un presidente negro

¿Está preparado Estados Unidos para un presidente negro? La idea habría sido impensable en tiempos. Hoy no tiene nada de particular.

La secretario de Estado Condoleezza Rice concedió una entrevista a Associated Press hace unos días, pero como revela la trascripción del Departamento de Estado de la reunión, no dijo nada demasiado importante. Pero AP tenía que titular de alguna manera, así que optó por un enfoque racial, de modo que lo hizo así: "Rice: Estados Unidos está preparado para un presidente negro".

Preguntada sobre si "Estados Unidos está preparado para votar y apoyar a un presidente negro", la segunda norteamericana negra consecutiva en encabezar el Departamento de Estado respondió con rapidez: "Sí, creo que sí". Observó que aunque los norteamericanos no pueden evitar fijarse en la raza –"Ya sabe, cuando una persona entra en una sala, su raza es algo evidente"–, "hemos pasado a ser capaces de ver más allá del color de la piel para ver la capacidad y los méritos y superar los estereotipos... y eso es lo que busca la gente, creo yo, cuando busca un presidente".

Los valores racistas de épocas anteriores ya no moldean nuestra cultura política. "Creo que lo hemos superado", dijo Rice. "La mayor parte de los norteamericanos, una mayoría amplia de los norteamericanos, ha superado eso. De modo que, sí, yo creo que una persona de color puede salir elegido presidente". ¿Merece esto grandes titulares? Ni de lejos.

Después de todo, la comidilla del mundo político en estos días es Barack Obama, el senador mestizo de Illinois que, en su primer mandato, se ha convertido en el nombre más de moda de cara al espectáculo presidencial demócrata del 2008. El primer viaje de Obama a New Hampshire a principios de este mes arrastró a muchedumbres entusiastas, llenó los recintos de Manchester y Portsmouth y alimentó una extravagante cobertura mediática. "Originalmente programamos a los Rolling Stones", dijo sobre el acto en Manchester el gobernador demócrata del estado, John Lynch, "pero lo cancelamos cuando nos dimos cuenta de que el Senador Obama vendería más entradas".

Dos semanas después, el Concord Monitor publicó una encuesta sobre las primarias demócratas, en la que Obama estaba empatado técnicamente con la senadora por Nueva York Hillary Clinton, la presunta cabeza de lista demócrata. Además, Obama saldría mejor parado que Bill Clinton o el ex senador John Edwards, el candidato vicepresidencial de los demócratas en el 2004, en enfrentamientos hipotéticas con los principales republicanos. La Obama-manía también aparece en la última encuesta de Iowa.

Habida cuenta de que queda más de un año hasta que comiencen las primarias presidenciales, estas encuestas no tienen mucho valor como augurios políticos. Pero dicen mucho sobre lo cómodos que se sienten los estadounidenses ante la perspectiva de un candidato negro.

El sondeo de opinión más reciente de Newsweek planteaba a una muestra nacional de votantes la misma pregunta que AP planteó a Rice: "¿Cree usted que Estados Unidos está preparado para elegir presidente a un afroamericano?" Una mayoría sólida –el 56%– decía que sí; solamente el 30% aseguraba que no. Pero cuando a los votantes se les preguntaba si ellos votarían personalmentea un candidato negro nominado por su partido, el sí obtenía un aplastante 93%.

Nada de esto es nuevo, y no empezó con Obama. En 1995, Colin Powell se encontraba cerca o en la misma cima de las encuestas de preferencias presidenciales; cuando firmaba ejemplares de su libro, cientos de admiradores permanecían esperando en la cola. Aunque al final rehusó presentarse, la mayoría pensaba que sería un formidable candidato a la Casa Blanca.

Cuando Rice describe a Estados Unidos como "capaz de ver más allá del color de la piel", no dice más que la verdad. Los norteamericanos corrientes –al contrario que gran parte de los medios, la izquierda activista y la industria de la diversidad– no viven pendientes de la raza. No quieren que la ley discrimine a favor o en contra de alguien según el color de la piel, no les gusta que los alumnos sean desperdigados como peones sobre el tablero racial y no se tragan el libelo de que los afroamericanos no pueden tener éxito porque los blancos los mantienen oprimidos.

Como niña negra en el Birmingham anterior a la época de los derechos civiles, Rice fue testigo directo del racismo. Su amiga Denise McNair fue una de las cuatro niñas negras asesinadas cuando la Iglesia Baptista de la calle 16 fue volada en 1963. Rice nunca tuvo un compañero blanco de clase hasta que su familia se mudó a Denver en 1968.

"Mire mi generación", declaró a Ebony el año pasado. "Empezamos segregados, todos nosotros. Y mire dónde estamos ahora. Hemos roto barreras como ejecutivos y como rectores de universidades y secretarios de Estado. Eso muestra cómo puede tener lugar el cambio, y cuán rápido puede suceder... Estados Unidos es un lugar terriblemente bueno para pertenecer a una minoría".

En el espacio de apenas unas cuantas décadas –un simple parpadeo en la historia– los prejuicios raciales pasaron a ser intolerables para la mayor parte de los norteamericanos. ¿Está preparado Estados Unidos para un presidente negro? La idea habría sido impensable en tiempos. Hoy no tiene nada de particular.

En Internacional

    0
    comentarios