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"MONDA Y DESNUDA"

El Quijote, trasunto de Cristo

Cesáreo Bandera es uno esos grandes desconocidos en su patria, porque ha pasado la mayor parte de su vida en EEUU; actualmente es catedrático en la University of North Carolina at Chapel Hill. Forma parte de una generación de grandes profesores españoles en el extranjero de cuyas contribuciones a la investigación filosófica y la crítica literaria, sin embargo, la academia española en particular, y los medios de comunicación en general, no han sabido hacerse eco.

Cesáreo Bandera es uno esos grandes desconocidos en su patria, porque ha pasado la mayor parte de su vida en EEUU; actualmente es catedrático en la University of North Carolina at Chapel Hill. Forma parte de una generación de grandes profesores españoles en el extranjero de cuyas contribuciones a la investigación filosófica y la crítica literaria, sin embargo, la academia española en particular, y los medios de comunicación en general, no han sabido hacerse eco.
A Bandera, pues, se le debe un mayor reconocimiento. Si nuestra pobretona cultura oficial, tan carente de generosidad, quisiera salir de su aldeanismo haría bien en leer su obra.
 
El libro que traigo aquí es importante por varios aspectos. Primero, refleja un momento culminante de una carrera académica caracterizada por la continuidad en la investigación de temas cervantinos, o mejor, quijotescos. Segundo, es el resultado de una labor de altísima divulgación de la cultura española, especialmente del Quijote, en el mundo sajón. Tercero, en el ámbito del análisis comparado de literaturas, a veces de difícil comprensión para quien sólo se maneja con pocos autores, es todo un hallazgo para la variedad de autores e interpretaciones con las que se mide el autor. Cuarto, parte de una tesis bastante inusual en la crítica literaria pero de todo punto atractiva para el lector del Quijote.
 
La tesis es sencilla de formular: todo es cristalino en el Quijote. Ahí reside su inagotable hondura, su grandeza y, en cierto sentido, su "secreto". Explorar esa transparencia es la base de "Monda y desnuda". La humilde historia de don Quijote, que halla sus bases históricas y teóricas en un libro anterior del autor: El juego sagrado (1997).
 
La almendra del libro, según mi parecer, reside en concebir al Quijote como un trasunto de Cristo. Por este camino, sin duda alguna la intención del autor, aunque pudiera entrar en contradicción con el espíritu de la Introducción de don Quijote de separar lo humano de lo divino, no puede ser otra que el intento de interpretar la obra de Cervantes como una forma excelsa de desacralización del mundo; en cierto sentido, se trataría de sacralizar de nuevo el desencantamiento que la modernidad ha provocado.
 
Dicho así quizá parezca dura la tesis de Banderas, pero nadie podrá acusarlo de falta de sinceridad. Banderas es un cristiano "viejo", un cristiano español, y así lee el Quijote. De modo parecido interpreta la obra de Banderas el sabio Aquilino Duque, quien reconoce que Banderas, en la estela del mimetismo sacrificial de René Girard, "erige en víctima propiciatoria al inmortal personaje cervantino".
 
"El sacrificio ritual es la última consecuencia de un proceso de imitación de los caballeros andantes, acaba siendo todo lo contrario: una imitación de Cristo –prosigue Duque–. De ahí que Cervantes lo rescate devolviéndole la razón en el tránsito a la vida eterna, pues la locura quijotesca guarda estrecho parentesco con la paulina locura de la Cruz. Dicho más claro: don Quijote, que trata por todos los medios de imitar a Amadis y emular sus hazañas, resulta así que pasa de la ficción a la realidad, que a quien imita es a Cristo. La muerte cristiana de don Quijote es el medio de que se vale Cervantes para rescatar a su víctima expiatoria. Bandera contrapone la actitud de Cervantes ante don Quijote, a las actitudes respectivas de Mateo Alemán y de Quevedo ante Guzmán de Alfarache y el Buscón, pícaros que acaban en el cadalso, expulsados de la sociedad, mientras el hidalgo loco muere en su cama, reconciliado con ella y con Dios".
 
Después de leer la interpretación de Aquilino Duque, y antes de haber leído el libro, escribí al profesor Bandera diciéndole que estaba muy interesado en profundizar en su lectura del Quijote como una imitación de Cristo, y me contestó con celeridad y amabilidad lo siguiente: "Espero sinceramente que no le decepcione. Aquilino le ha dado un sesgo un tanto peculiar a la tesis fundamental del libro, en el que insisto en el sentido profundamente cristiano del Quijote, pero en el que también insisto que la locura de don Quijote es patológica y no puede confundirse con la 'locura de la cruz', que la imitación de Amadís (de la que don Quijote se arrepiente en su lecho de muerte) es lo opuesto de la imitación de Cristo, y que el no haber comprendido esto fue el gran error de Unamuno. Leyendo la interpretación de Aquilino Duque uno puede sacar una impresión equivocada. Espero, de todas formas, que esto no lo desanime a usted".
 
Antes al contrario, respondí yo al profesor Banderas; tal y como usted presenta su tesis, me interesa aún más su libro, porque lo hace más cercano a las tesis de otro gran estudioso de Cervantes, Ciriaco Morón Arroyo, cuyas tesis también me parecen muy sugerentes y, por supuesto, en la mejor tradición de la cultura católica española.
 
La respuesta del profesor Bandera fue reveladora, y aunque me reservo para otro día comentarla y, naturalmente, contrastarla con la visión que de él tiene Morón, no puedo, queridos lectores, privarles de su contenido: "Aunque como críticos literarios (que no como católicos), Ciriaco y yo somos muy distintos, nunca ha sido esto óbice para que hayamos sido amigos de corazón desde hace muchos, muchos años. Así es que me alegra extraordinariamente que sea conocido también de usted".
 
Y luego hay gente que critica la falta de variedad y pluralidad en el universalismo católico…
 
 
Cesáreo Bandera, "Monda y desnuda". La humilde historia de don Quijote, Madrid, Editorial Iberoamericana/Universidad de Navarra, 2005, 405 páginas.
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