Una de los grandes fallos de los políticos de casi todo el mundo es iniciar medidas que a corto plazo les permiten ganar popularidad, pero que a largo plazo pueden hacer quebrar a la sociedad donde las aplican.
Hace unos cuatro años, el principal asesor de la Comisión de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos nos mostró a un grupo de visitantes mexicanos gráficas que indicaban la futura quiebra del sistema de pensiones en Estados Unidos. Le pregunté al investigador si la habían visto los congresistas de su país y si ellos se habían preocupado por esa quiebra futura. Sonrió y me dijo que sí, pero que casi todos los miembros del Congreso están muy ocupados con los problemas actuales y no por el negro futuro del sistema de pensiones.
Apenas cuatro años más tarde, el presidente George W. Bush tiene entre los principales problemas a resolver la quiebra casi inminente del sistema de pensiones en Estados Unidos. Y en Europa también se enfrentan al mismo problema debido a que los políticos en algún momento pensaron que los gobiernos están en capacidad de garantizar una pensión placentera a todos los ciudadanos, a partir de una determinada edad.
México no es la excepción: cálculos actuariales demuestran que el Instituto Mexicano del Seguro Social, la petrolera PEMEX y las empresas eléctricas estatales no tienen suficientes recursos para enfrentar los sistemas de pensiones tal como están planteados actualmente. De no reformarse las pensiones del Seguro Social, todos sus ingresos no alcanzarán sino para cubrir las pensiones de quienes ya no están trabajando. Lo mismo sucederá en otros organismos, empresas y bancos estatales.