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Pablo Molina

El estado autonómico va bien

No es seguro todavía que vayamos a convertirnos en la nueva Grecia, con visos argentinos corralito mediante, pero lo que nadie duda ya a estas alturas es que si las autonomías continúan yendo bien los españoles vamos de cabeza al desastre total.

Tras pedir formalmente la intervención del gobierno de España con el fin de cumplir con sus compromisos de pago, el responsable económico de la comunidad valenciana ha reconocido que desde que está el Gobierno de Rajoy las cosas van mucho mejor para las autonomías. No le falta razón al consejero levantino, porque el desastre de las cuentas autonómicas hubiera llevado a un gobierno consciente de su deber a ponerle remedio de manera fulminante, recuperando competencias e introduciendo otras reformas institucionales de similar calado. Y no por motivos políticos, aunque los hay también y en número más que suficiente, sino por una cuestión de mera supervivencia del cuerpo nacional. Con Rajoy, en cambio, la casta autonómica, para desgracia de todos los demás, tiene el sueldo y demás prebendas perfectamente garantizados. Normal que se lo agradezcan públicamente.

La disparatada prima de riesgo que soporta España, rozando el límite que hará inevitable el rescate soberano, significa que ni las instituciones europeas, ni las agencias de calificación ni, mucho menos, los propios inversores extranjeros creen que quitando una paga a los funcionarios el país vaya a resolver los graves problemas que tiene sobre la mesa.

El consenso general es que los ajustes presupuestarios fijados mayoritariamente por la vía de los ingresos, subiendo la presión fiscal en todos los órdenes, no son ni de lejos suficientes para garantizar el cumplimiento de los compromisos que el gobierno tiene adquiridos en nombre de todos. La (mala) fama de las autonomías ha traspasado fronteras y hasta que Rajoy no entre a fondo en esa maleza presupuestaria provisto de un potente lanzallamas, estamos condenados a bailar sobre una cuerda floja que cada vez sufre oscilaciones más violentas.

Pero, como decíamos al principio, si España va mal, las autonomías van muy bien. Cojonudamente, la verdad, a tenor de los desplantes de toda una casta dirigida por el nacionalismo catalán, convertido en cabecilla de esta resistencia numantina a prescindir del chollo que financiamos todos los españoles con nuestro esfuerzo diario.

No es seguro todavía que vayamos a convertirnos en la nueva Grecia, con visos argentinos corralito mediante, pero lo que nadie duda ya a estas alturas, especialmente fuera de España, es que si las autonomías continúan yendo bien los españoles vamos de cabeza al desastre total. Ese día los periódicos anunciarán en las páginas de deportes la celebración el próximo año en Badajoz del tercer Gran Premio de Fórmula Uno en nuestro país. Para chula, nuestra Casta.

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