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Pablo Molina

Un Pilatos indignado

Sólo una cosa ha tenido buena este Debate sobre el Estado del Concepto de Nación y es que es el último en que veremos a Zapatero de presidente.

Una y otra vez, con machacona monotonía, Zapatero desgrana su rosario de excusas para evitar enfrentarse a las responsabilidades exigibles a toda persona adulta. La última vez ha sido en este debate sobre el Estado del Concepto Discutible y Discutido de Nación, en que ha vuelto a declararse inocente de todos los cargos que se le imputan con una facundia que permite dudar seriamente de su equilibrio psicológico.

El pliego de descargos que Zapatero esgrime para zafarse de la ruina nacional que ha provocado se reduce a la economía, terreno en que la evidencia del desastre es tan palmaria que ni siquiera él puede fingir lo contrario. En cuanto a la victoria política de la ETA, el desmadre territorial, el desfonde absoluto de las principales instituciones con el TC a la cabeza o el insondable desprestigio de nuestro país en el exterior, temas de mucho mayor calado, el todavía presidente no siente la necesidad de elaborar ningún pretexto que justifique tanta desolación, porque Zapatero considera sinceramente que lo ha hecho rematadamente bien y que España está hoy en esas cuestiones mejor que nunca a lo largo de su Historia.

El presidente del Gobierno sigue opinando que la crisis que padecemos obedece a los excesos del neoliberalismo salvaje y el equivocado modelo económico español basado sobre todo en "el ladrillo", en lugar de centrarse en las energías renovables y la filosofía Zen. El capitalismo, en resumen, es el culpable de que España haya pulverizado todos los registros de paro habidos y por haber durante el segundo mandato de Zapatero, argumento que comparte con disciplina lysenkiana el grueso de las hordas indignantes, pues no en vano sus miembros y miembras tienen los mismos esquemas ideológicos que ZP e idéntica experiencia laboral: ninguna.

Y como la culpa de la crisis es del capitalismo "salvaje", José Luis Rodríguez Pilatos se ha limitado a paliar sus efectos introduciendo algunas medidas a regañadientes cuando la UE lo ha obligado tirándole de ronzal, así que las responsabilidades hay que exigírselas en todo caso a Rajoy, que en este caso funge de maestro armero por no haberle dicho que sí a todos los disparates que ha venido planteando en los últimos dos años con la solemnidad que en este pobre hombre ya es habitual.

Sólo una cosa ha tenido buena este Debate sobre el Estado del Concepto de Nación y es que es el último en que veremos a Zapatero de presidente. Si fueran un poquito conscientes, los indignantes tendrían hoy la ropa sucia de sus campamentos colgada a media asta.

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