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Thomas Sowell

Harriet… ¿qué?

Después el senador John Warner lanzó una advertencia similar. Sonaba a la conocida estrategia republicana de capitulación preventiva.

Los conservadores, que por años han contribuido con dinero, tiempo y trabajo duro para ayudar a que se elijan republicanos, a menudo se han sentido justificadamente indignados con la forma como los republicanos los han decepcionado, han dado marcha atrás cobardemente y hasta han traicionado abiertamente las promesas que hicieron para ser elegidos.
 
Mucho de esa frustración y enfado está siendo apuntado contra el Presidente Bush por el nombramiento de la Consejera de la Casa Blanca Harriet Miers a la Corte Suprema. ¿Por qué no alguien como Janice Rogers Brown o cualquiera de la gran cantidad de jueces identificables que tienen un historial probado defendiendo los principios judiciales conservadores bajo ataque?
 
Y es que del trasfondo emerge el fantasma de gente como el magistrado Anthony Kennedy que llegó al alto tribunal con la etiqueta de “conservador” y luego sucumbió a la cultura progre de Washington. Pero aunque el pasado es innegable, tampoco significa predestinación.
 
Esta administración necesita asumir sus responsabilidades por sus propios errores pero no por los cometidos por otras administraciones republicanas.
 
Rush Limbaugh acertadamente ha tildado este nombramiento como hecho desde la debilidad. Pero hay diferentes tipos de debilidades y a veces esa diferencia cuenta.
 
El Presidente Bush ha emprendido demasiadas batallas durísimas –siendo la de la Seguridad Social un buen ejemplo– como para que ahora digan que es un hombre de carácter débil. Lo que en realidad es débil es la mayoría republicana en el Senado.
 
Cuando se trata de librar una dura lucha con los demócratas en el Senado sobre nombramientos judiciales, el líder de la mayoría del Senado Bill Frist en realidad carece de una mayoría para liderar. Antes de que el Presidente siquiera nombrara a alguien, incluso antes que jurara su cargo del segundo mandato, el senador Arlen Specter ya le estaba advirtiendo que no nombrase a nadie que irritara al Senado. Después el senador John Warner lanzó una advertencia similar. Sonaba a la conocida estrategia republicana de capitulación preventiva.
 
Antes de que podamos juzgar cómo hizo el presidente para jugar sus cartas, tenemos que tomar en consideración qué clase de cartas tenía en mano. No eran cartas muy fuertes y la debilidad residía en los senadores republicanos.
 
¿Significa esto que Harriet Miers no será una buena magistrada de la Corte Suprema si es confirmada? Pues es bastante difícil imaginar que sea peor que Sandra Day O'Connor... ni siquiera que sea tan mala.
 
El mismo hecho que Harriet Miers sea miembro de una iglesia evangélica nos sugiere que no está muriéndose de ganas por ser aceptada en la jet set y que es improbable que traicione la Constitución de Estados Unidos a fin de que la aclamen en las fiestas de Georgetown o que la alaben en el New York Times. Si nos ponemos a considerar algunos de los desastres que los republicanos han puesto en la Corte Suprema en el pasado, ella podría representar una gran mejora.
 
No lo sabemos. Pero el Presidente Bush dice que conoce a Harriet Miers lo suficiente como para sentirse seguro.
 
Para el resto de nosotros, es la candidata incógnita. No ha habido tanto misterio desde los días del Hombre Invisible.
 
No es ni por asomo lo ideal. Pero “ideal” es algo que seguramente nunca estuvo en las cartas debido a los senadores poco fiables que hay entre la “mayoría” republicana del Senado.
 
Hay otro aspecto en esto. Los senadores demócratas se quejaron y patalearon cuando el juez John Roberts fue nombrado pero al final de todo, él resistió firmemente y fue confirmado en el cargo con un muy amplio margen.
 
Los demócratas no pueden darse el lujo de quejarse, patalear y luego echarse atrás o ser derrotados nuevamente. Por otro lado, tampoco pueden permitir que un conservador destacado sea confirmado sin armar trifulca para así satisfacer a los grupos de presión izquierdistas.
 
Quizá es por eso que algunos demócratas parecen dar la bienvenida a esta candidata incógnita. Aún en caso que ella termine votando consistentemente con Antonin Scalia y Clarence Thomas, los demócratas salvan la cara ante sus bases porque siempre pueden afirmar que no sabían nada y que ella no soltó prenda durante las audiencias de confirmación.
 
El quid del asunto cuando se trata de cualquier magistrado de la Corte Suprema es cómo votan en los temas ante el tribunal. Sería bueno tener a alguien con una retórica contundente y un poder intelectual arrasador. Pero lo que importa es cómo votan. Si el Presidente Bush tiene razón sobre Harriet Miers puede que ella sea la mejor elección que él podía hacer en estas circunstancias.
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg
 
Libertad Digital agradece al Dr. Thomas Sowell el permiso para publicar este artículo.

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