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Thomas Sowell

La trituradora de Washington

Este país necesita ser capaz de contar con los mejores de cada ámbito de la vida y de cada parte del espectro político. Pero la nación no los va a obtener si llegar a Washington significa ver la honorable reputación de una vida arrastrada por el barro.

El secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha desaparecido más rápida y discretamente que ningún otro que haya sido tan prominente y controvertido durante tantos años como él.

No podemos saber lo que la historia dirá de él porque la mayor parte de nosotros no puede saber hoy todas las cosas que sólo se conocían dentro de un reducido círculo de aquellos que disponían de todos los hechos y de todo el peso de la responsabilidad de las decisiones que tenían que tomarse bajo incertidumbres y peligros imposibles de evitar.

Es difícil pensar en algún secretario de Defensa que haya sido popular y ciertamente Donald Rumsfeld no se convirtió en un primer caso histórico en ese apartado. No aguantaba a los idiotas, pese a que son un grupo bien numeroso en Washington.

Cualquiera que sea el veredicto de la historia sobre la guerra de Irak y el secretario Rumsfeld, ambos merecían haber sido discutidos y debatidos a un nivel mucho más serio y responsable que el de los citas sacadas de contexto en los medios, los sesgos políticos y las virulentas puñaladas traperas que han pasado a ser demasiado comunes.

El que las políticas de Donald Rumsfeld fueran erróneas o no, no es motivo para aceptar un discurso superficial y de bajo nivel en temas de la más elevada importancia nacional. Hubo una época en la que hasta los políticos entendían eso.

Cuando el primer ministro británico Neville Chamberlain falleció al comienzo de la Segunda Guerra Mundial que sus propios fallos provocaron y casi le hicieron perder, Winston Churchill leyó el discurso de despedida, a pesar de que Churchill tenía más motivos que nadie para mostrar una fuerte animadversión hacia Chamberlain, que durante años se negó a escuchar las advertencias de Churchill.

"Neville Chamberlain actuó con total sinceridad", dijo Churchill. ¿Cuántas personas dirían eso hoy acerca de un contrincante político en un tema tan explosivo como la guerra y la paz? Churchill dijo aún más, como que "somos humillados con mucha frecuencia por la traición de nuestras esperanzas y el desbaratamiento de nuestros cálculos", pero que "sin importar lo que pueda decidir el destino, siempre desfilamos en las filas del honor" cuando damos lo mejor de nosotros mismos.

Lo mejor de Chamberlain se quedó desastrosamente corto pero nadie podría acusarle de hacer lo que hizo por motivos corruptos o egoístas, algo que se ha convertido en el procedimiento operativo estándar para muchos hoy en día. Aquella fue una época distinta pero necesitamos ser conscientes de lo que es posible y de lo mucho que hemos decaído con respecto a esos días.

En Estados Unidos, Wendell Wilkie recibió el mayor número de votos que había obtenido hasta la fecha cualquier candidato republicano a presidente al presentarse contra Franklin D. Roosevelt en 1940. Pero, cuando las elecciones terminaron, no dedicó su tiempo a ensañarse con el presidente Roosevelt. En realidad se convirtió en emisario de FDR para el primer ministro Winston Churchill.

Lo que importa no es que sus adversarios políticos tendrían que ser agradables con Donald Rumsfeld; ni siquiera si la historia le dará la razón o le condenará. Lo verdaderamente importante es saber si podemos o no tener conversaciones responsables de adultos sobre nuestros problemas en un momento en el que el destino de esta nación pende de un hilo, con los líderes sin escrúpulos y llenos de odio de Irán y Corea del Norte a punto de convertirse en amenazas nucleares.

Este país necesita ser capaz de contar con los mejores de cada ámbito de la vida y de cada parte del espectro político. Pero la nación no los va a obtener si llegar a Washington significa ver la honorable reputación de una vida arrastrada por el barro simplemente porque alguien no está de acuerdo contigo en algún tema político.

Nuestras audiencias de confirmación para los jueces federales se han convertido en un circo y una desgracia. Candidatos que han luchado por los derechos civiles, incluso en los días en los que era arriesgado hacerlo en el sur, han sido retratados como "racistas" simplemente por motivos políticos, para impedir que sean confirmados.

Washington se ha convertido en una trituradora política donde la destrucción de la imagen es el procedimiento estándar. Muchos que son al tiempo inteligentes y cínicos dicen que "si no aguantas el calor, mejor no te acerques a la cocina". Pero la pregunta mucho más general es si el país puede permitirse o no alejar a gente que es desesperadamente necesaria pero que puede tener demasiado respeto hacia sí misma como para dejar que los politicastros los difamen.

Necesitamos atraer aliados en el extranjero así como a los mejores norteamericanos en casa. Pero hay demasiados en los medios de comunicación tan dispuestos a atacar a nuestros aliados como a los estadounidenses cuyas políticas no les gustan. Para algunos es un gran juego. Pero es un juego demasiado peligroso para jugarlo cuando el país afronta amenazas sin precedentes.

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