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Víctor Cheretski

Un año de tragedia en Georgia

Se ha cumplido un año desde que los empresarios españoles José Antonio Tremiño y Francisco Rodríguez fueron secuestrados por unos desconocidos en las cercanías de Tbilisi, capital de Georgia. Un año de tragedia para los secuestrados y sus familias. Un año de impotencia por parte de la sociedad española, que no ha sido capaz de ayudar a sus compatriotas. Y un año de cinismo por parte de las autoridades de Georgia, cuya postura les hace cómplices de los secuestradores.

Hoy en día, los familiares de los empresarios negocian directamente con los bandidos. Al parecer, están dispuestos a pagar más de lo que ya pagaron a finales de agosto, pero piden garantías de que los suyos sean liberados porque no tienen más medios para seguir la dinámica extorsionista.

La prensa describe estas negociaciones con detalles y nadie se pregunta cÓmo puede pasar lo que pasa. ¿Será que vivimos en la jungla, donde cada uno se defiende como puede, donde no hay ni gobiernos, ni políticos, ni policías, ni ejércitos, ni nadie que pueda proteger a un ciudadano? Tampoco a ningún periodista que esté siguiendo este caso se le ha ocurrido recordar a la sociedad que pagar un rescate a una banda de criminales es amoral, es favorecer el crimen, es crear un precedente para que haya más secuestros.

Por supuesto, no pretendemos reprochar nada a los familiares. Su deber es rescatar a sus próximos y lo hacen tal y como lo pueden: pagando. No tienen otros medios. Tampoco pretendemos acusar al Gobierno español de no haber hecho nada a favor de los secuestrados. Sería injusto, porque la diplomacia española ha hecho todo lo que ha podido en el marco de las relaciones entre dos países civilizados. Pero sus intentos han fracasado.

Ha sido simplemente porque a Georgia no se le puede, ni se le debe tratar como a un país cualquiera. No se puede tener un trato normal con esta nación, igual que no se puede tener trato con la Somalia de los “señores de la guerra”, el Irak de Sadam Husein, el Afganistán de los talibanes o la Liberia del presidente Taylor.

Georgia es un baluarte del terrorismo internacional y de todo tipo de bandas criminales, a veces muy relacionadas con el terrorismo. Por allí circulan, como por el pasillo de su propia casa, los terroristas del mundo islámico camino a Chechenia. Cruzan la frontera georgiano-chechena para obtener experiencia de combate. Luego, también vía Georgia, regresan a Afganistán para degollar a periodistas y marines estadounidenses. O van directamente a Estados Unidos para destruir rascacielos. Si necesitan curar sus heridas tienen a su disposición hospitales georgianos. Si necesitan dinero pueden libremente secuestrar a extranjeros y pedir un rescate.

Según nuestra opinión, el presidente de Georgia, Eduard Shevardnadze, es comparable con el “mulá” Omar. La única diferencia consiste en que el “mulá” es más sincero en su apoyo al terrorismo internacional, mientras que el líder georgiano, que patrocina a los mismos terroristas, se presenta como un “demócrata” y hasta “amigo” de Occidente. Pero lo peor de todo es que el mundo le cree, le recibe y hasta le da créditos financieros.

Este antiguo bolchevique, que llegó a ser miembro del Buró Político del Imperio del mal gracias a sus méritos por aplastar a la disidencia política, nunca ha tenido escrúpulos. De fiel seguidor del padre Stalin se transformó en un liberal y, recientemente, dio otro giro radical. Siendo toda su vida ateo, se hizo ortodoxo fundamentalista y hasta cambió de nombre. Ya no se llama con el nombre inglés de Eduard, sino Gueorguy que suena más ortodoxo.

Hemos de recordar que Shevardnadze prometió en diciembre del año pasado que “tomaría bajo su control personal” el caso de los españoles secuestrados. Por supuesto, no ha movido ni un dedo.

Es evidente que la lista negra de los países peligrosos y que apoyan al terrorismo clama por ser ampliada. Y uno de los candidatos para engrosar la lista puede ser Georgia. Así, al menos, cualquier otro empresario español tendrá que pensárselo dos veces antes de meterse en la boca del lobo.

Este artículo se publica, junto a otros de César Vidal, José Apezarena, Lucas Soler, Carlos Semprún Maura, etc. en la Revista del fin de semana de Libertad Digital.


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