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Víctor Cheretski

Una guerra para perder

Dicen que estamos en guerra contra el terrorismo islámico internacional. No lo creo. Lo que hacen los políticos, en especial, europeos, es tomarle el pelo a sus propios pueblos en vez de luchar contra el mal universal. Y esto es peligroso, muy peligroso en las circunstancias actuales cuando el terrorismo va en serio.
 
No obstante, se sabe de sobra lo que es una guerra de verdad. En cualquier guerra hay un enemigo contra el que se lucha, hay aliados que se ayudan mutuamente, hay, como no, traidores cuyo destino es el paredón porque en las guerras se juega con las vidas humanas y todo se paga con el precio muy alto.
 
Ejemplos de guerras abundan. Las democracias occidentales representadas por Roosevelt y Churchill se aliaron con Stalin para luchar contra el enemigo común, la Alemania nazi, y salvar lo que era y es la civilización occidental. Sin esta coalición de tres potencias la victoria no hubiera sido posible.
 
No se podía imaginar en aquellos tiempos que Stalin, por muy perverso que fuera, diera asilo a un nazi culpable de asesinatos y torturas de los aliados ingleses. Churchill tampoco lo hubiera hecho en caso de algún asesino de rusos. Pero ahora, en la “guerra para perder”, las cosas son distintas. Así Gran Bretaña concedió asilo político al miembro de Al Qaeda, Ahmet Zakaev, acusado asimismo de torturas y asesinatos en Chechenia.
 
¿Acusaría Roosevelt a Stalin de violar los derechos humanos de los nazis, tal y como se acusa a Putin en relación a su lucha contra el terrorismo internacional en Chechenia y con el propósito de sabotear esta lucha?
 
¿Abandonaría algún miembro de la coalición antinazi a sus aliados durante la campaña militar?
 
¿Sería posible que en los países de la coalición, en plena guerra, hubiera manifestaciones públicas en apoyo del enemigo? Ahora en Occidente se manifiestan sin parar en solidaridad con los terroristas de Palestina, Afganistán, Bosnia, Kosovo, Irak, Chechenia, etc. Ciertos representantes de la opinión pública hasta se desplazan a Palestina para apoyar a los criminales y burlarse de Israel, primer aliado de Occidente en la lucha contra el mal universal. Es también de destacar que el nido palestino del terrorismo se mantiene gracias a la generosidad de la Unión Europea. Las víctimas del 11 de marzo pagaban impuestos para que España pudiese ayudar a los “colegas” de sus verdugos.
 
¿Hubiera sido posible publicar en los países aliados artículos elogiosos hacia la ideología o creencias nazis bajo la justificación de que los crímenes de los SS se debían a la interpretación “extremista” de esta ideología? ¿Hubieran entregado los aliados, cediendo al chantaje, los sitios importantes de su religión y historia para que los nazis organizaran allí sus centros de subversión?
 
Pues, no, aunque ahora cosas muy parecidas sí son posibles. Tienen lugar cada día y sirven para confundir aún más a la opinión pública, desarmándola ideológicamente. Lo de la Catedral de Córdoba es muy significativo.
 
Durante la segunda guerra mundial los aliados coordinaban sus estrategias y actuaban juntos. Hoy en día, en la lucha antiterrorista hay una descoordinación total.
 
¿Qué podemos hacer en estas circunstancias? Hay dos opciones. La primera, hacernos la circuncisión o algo más para poder trabajar de eunuco en un Al Andalus islamizado. La segunda, luchar contra el terrorismo.

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