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Víctor Llano

Cuba es una celda tapiada

Martha Beatriz Roque –a nuestro juicio, la voz más valiente y consecuente de la disidencia interna cubana– lleva más de un mes en una celda tapiada en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado en La Habana. Según informa su sobrina, María de los Ángeles Cabello, “todavía no le han entregado el medicamento que necesita para contrarrestar la enfermedad reumática que padece”. La economista, premio Heinz R. Pagels de Derechos Humanos para Científicos, otorgado por la Academia de Ciencias de Nueva York, y principal responsable de la “Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba”, fue detenida cuando realizaba un ayuno en demanda de la liberación de otros presos políticos y después de que el jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba se reuniera con ella en la que era su casa.

Martha –que ha sido condenada a veinte años de cárcel en los últimos juicios sumarísimos celebrados en la isla– tiene más de 55 años y no podrá soportar por mucho más tiempo la tortura a la que está siendo sometida. Su situación es un poco más desesperada que la de los otros detenidos. Es la única mujer encarcelada desde el 18 de marzo; no está casada, por lo que se encuentra un poco más sola que el resto de sus compañeros, y Castro no le perdona haber pertenecido al “Grupo de los Cuatro” y firmar el opúsculo La patria es de todos. Antes de está última condena, Martha ya fue detenida en siete ocasiones y cumplió tres años de prisión en la Cárcel de Mujeres de Occidente, conocida como El Manto Negro.

Pero no es sólo Martha quien es torturada en una celda tapiada de Villa Marista. El también disidente, Oscar Espinosa Chape, se encuentra en la misma situación. Según su esposa, ha perdido más de quince kilos en el último mes, pese a lo cual no le administran las medicinas que necesita para curar la enfermedad hepática que padece, por lo que su estado físico es deplorable.

Los mejores cubanos se mueren en una celda tapiada. Sin embargo, Oswaldo Payá, principal promotor del Proyecto Varela, no quiere –“como pacifista y cristiano”– que a Castro le ocurra lo que a Sadam Husein. Según declaró al semanario alemán Der Spiegel, “existe una poderosa minoría en el exilio que favorece la vía violenta”. No entendemos por qué Payá insiste en hacer coincidir su discurso con el de Fidel Castro cuando sabe que el único cubano que ejerce la violencia política es el que ha encerrado a Martha y a Chape en celdas tapiadas. El líder del Movimiento Cristiano de Liberación no coincide con la valiente escritora cubana, Zoé Valdés, quien ha declarado al diario madrileño La Razón que: “hay que acabar con Castro si es posible de manera pacífica, y si no, con la fuerza”.

El próximo sábado 26 de abril, a las 12 de la mañana, cientos de cubanos se concentrarán en la Puerta del Sol de Madrid para pedirle a Esteban Dido que deje de torturar a Martha Beatriz Roque Cabello y al resto de disidentes que todavía sobreviven en Villa Marista. Muchos de ellos serán cristianos. Tan cristianos como Oswaldo Payá, que siempre presume de ello. Y como él, tampoco son violentos. No obstante, están más cerca de los deseos de Zoé Valdés que de los del promotor del Varela. Sólo quieren –de la manera que puedan– derribar las celdas tapiadas en las que Castro ha encerrado a los cubanos más valientes. No les va resultar fácil, pero después de cuarenta y cuatro años intentándolo no lo van a dejar ahora. Están en el exilio, pero son tan cubanos como los que están dentro de la prisión grande y, aunque muchos no quieran, hay que contar con ellos.

Por cierto, también corren riesgos fuera de Cuba. A Valdés le destrozaron el coche en París después de recibir advertencias de que se cuidara. Y yo mismo –siendo una persona insignificante para la tiranía cubana– pude advertir como un cámara sin identificar me grababa insistentemente al final del acto que se celebró frente a la embajada castrista en Madrid. A mi juicio, sólo pretendían asustarme un poquito. No es la primera vez que los agentes de Castro han intentado amedrentar a los periodistas que fuera de la prisión grande denuncian sus crímenes. En cualquier caso, a ninguno de nosotros podrán encerrarnos en una celda tapiada. Castro podrá torturar hasta la muerte a Martha Beatriz Roque, pero lo que no va a conseguir jamás es que silenciemos su barbarie.

Los exiliados cubanos en Madrid ruegan a todos los españoles de buena voluntad que se manifiesten junto a ellos el próximo sábado. No son violentos, señor Payá, pero quieren –como sea– sacar a Martha, y a Chape, de las celdas tapiadas de Villa Marista.


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