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Carlos Semprún Maura

El misterioso príncipe saudí

Fue condenado por un tribunal parisino hace pocos años por maltratos graves y explotación ilegal de una joven sirvienta-esclava marroquí de diecisiete años. Con lo cual, es evidente que se merece la Legión de Honor y la estima de la progresía.

Sabía que algo se me había olvidado en mi última carta, sin lograr recordar qué, hasta que volví a ver en la prensa la foto de la tribuna oficial del desfile del 14 de julio. A la derecha del presidente Sarkozy, o sea, en el lugar de honor, estaba sentado un enigmático príncipe saudí del que nadie nos ha dicho nada. No sabemos ni su nombre ni si era ministro, embajador o emperador de algún paralelo. Pero era un príncipe saudí o, al menos, llevaba el uniforme blanco, con la capucha y la perilla.


La tele y la prensa comentaron la presencia de Strauss-Kahn, las banderas de los 27 países de la Unión Europea, el Tercio español, Cecilia con un vestido de tía Mercedes, los minusválidos, la garden-party y, claro, Sarkozy por todas partes, pero nada sobre ese misterioso príncipe saudí. ¿Qué hacía en la butaca de honor de esa fiesta "bonapartista"? ¿No sería el símbolo, tan discreto como evidente, de que continúa "la gran política árabe de Francia"? Después de las carantoñas de Bernard Kouchner al Hezbolá en aquella reunión sobre el destino del Líbano, cuyos problemas se creen los franceses que van a poder resolver, todo es posible y, lo que es peor, probable.

Como estaba previsto, la comisión de reflexión sobre la reforma de las instituciones, presidida por Édouard Balladur –y con Jack Lang–, ha comenzado sus labores este miércoles, día 18. Son trece (¡lagarto, lagarto!). Se confirma (y se hincha) lo ya dicho: entre las disputas personales, las ambiciones egoístas, las maniobras de seducción de Sarkozy y la necedad, la dirección del PS ha estallado y sólo queda Ségolène Royal. Ésta lo sabe y ha reunido a los suyos a puerta cerrada en una sala de la Asamblea Nacional. A la salida, ante las cámaras, sólo dijo un par de chorradas, pero las dijo como si ya fuera presidenta de su partido y futura presidenta de Francia.

Se dice y se repite que Sarkozy lo hace todo y se ocupa de todo, no dejando la menor iniciativa a sus ministros. No es del todo falso, pero el martes, mientras el presidente seguía una etapa del Tour –rodeado de cámaras, eso sí–, Rachida Dati, la ministra de Justicia, daba la cara en la Asamblea Nacional presentando la reforma penal. Como uno de sus doce hermanos estaba siendo juzgado ese mismo día por consumo y tráfico de drogas, algunos quisieron pringar a la ministra con este asunto, pero la sucia maniobra no cuajó. Menos mal. Sólo faltaría que se nos hiciera responsables de nuestros hermanos.

Veo, por casualidad, que al novelista marroquí Tahar Ben Jelloun se le ha concedido la Legión de Honor. Este señor, un gran humanista para la gauche divine, fue condenado por un tribunal parisino hace pocos años por maltratos graves y explotación ilegal de una joven sirvienta-esclava marroquí de diecisiete años. Con lo cual, es evidente que se merece la Legión de Honor y la estima de la progresía.

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