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Ignacio Villa

Poner cara de bueno no es suficiente

Poner cara de bueno no es suficiente, por más que las estrategias así lo apunten. Lo del talante sirvió una vez, pero la bondad ya no vale.

El primer día laborable del mes de septiembre siempre se califica como el de la inauguración del curso político. Algo que ciertamente no es verdad, puesto que el verano siempre tiene informativamente un claro contenido político. Aunque este año  tiene el claro condimento de las elecciones generales que en un curso político es claramente definitivo.

El calendario legislativo sugiere que las elecciones previsiblemente serán en el mes de marzo, aunque con Rodríguez Zapatero es mejor no hacer previsiones, puesto que juega intencionadamente al despiste, a la trampa y a la mentira. Pero desde luego ha ido demasiado lejos como para ahora adelantar estrepitosamente las elecciones; ha sido tan machacón en agotar los plazos que ahora no se entendería un cambio de planes. En todo caso, la fecha se convierte en una anécdota. Zapatero está en campaña y el espectáculo está servido.

¿Cuál va a ser la campaña del presidente del Gobierno? Pues sencillamente, la campaña del hombre feliz. Es verdad que ha comenzado a hacer promesas electorales; es verdad que ha utilizado medidas sociales como propaganda política; es verdad que utiliza la mentira para tapar sus errores; es verdad que ha tapado todo lo que tenga que ver con los atentados del 11 de marzo; es verdad que utiliza la trapisonda para hacer olvidar sus políticas que han puesto en duda la estabilidad institucional. Todo eso es verdad. Pero al mismo tiempo, estas reacciones no son el cogollo de la estrategia. La estrategia electoral de Zapatero va por otro lado bien diferente.

El presidente ha diseñado un claro perfil político. En el 2004 fue el talante; en esta ocasión va a ser la felicidad, la tranquilidad y la responsabilidad. Esa es la imagen que el presidente ha querido transmitir en la entrevista de este fin de semana en el diario El País, y esos son los mensajes en los que se empeñan desde Moncloa.

Durante los próximos meses vamos a asistir a una borrachera de éxitos, de propaganda, de locura y de barbarie. Pero por encima de todo vamos a ver a un presidente encantado de haberse conocido, con carita de bueno y con la imagen de no haber roto un plato en su vida. El objetivo de ese cambio de imagen es hacer olvidar la inestabilidad institucional, el proceso de rendición ante ETA, la ley de memoria histórica, la persecución de la religión, la imposición del pensamiento único, el desprecio a las víctimas del terrorismo o la renuncia a un proyecto nacional. Piensan que con seis meses de "niño bueno" los españoles se van a olvidar de las "políticas malas"; y eso como mínimo significa que en el Gobierno se creer que los españoles se convierten en borregos en unas elecciones.

Zapatero se ha convertido en el "presidente bueno" que hace lo que puede por sacar a España adelante. Es el "presidente bueno" que intenta echar una mano para arreglar el desaguisado que heredó del Partido Popular. Es el "presidente bueno" que nunca se equivoca. Y eso, sinceramente, ya no cuela. Zapatero ha gobernado cuatro años y el resultado salta a la vista: desastre institucional, cobardía ante el terrorismo y desmontaje del Estado. Poner "cara de bueno" no es suficiente, por más que las estrategias así lo apunten. Lo del talante sirvió una vez, pero la bondad ya no vale.

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