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Agapito Maestre

César Antonio Molina, ministro de ZP

En fin, Molina, como el resto de ministros, será juzgado por la historia, por los ciudadanos y por el resto de hombres libres del mundo, como un "gobernante" que traicionó a su patria.

Mueven a hilaridad y desprecio las contradicciones y falsedades, por no decir algo peor, en las que ha caído César Antonio Molina, ministro de Cultura, a la hora de evaluar la exclusión de la Feria del Libro de Frankfurt por parte de la Generalidad de los autores catalanes, o sea, españoles, que escriben en la lengua de Cervantes. Mi negociado, viene a decir Molina, hubiera organizado la cosa de otro modo, aunque reconoce la valía de lo hecho por la Generalidad. Además, según ha declarado en su visita a Frankfurt, hay que dejarse de polémicas malsanas, porque él sólo ha visto editores en todas las lenguas en pluralidad y convivencia. Bravo, ministro, es usted un tipo equilibrado. Su conciencia ha quedado tranquila por unas horas con este tipo de simplezas, lugares comunes, que sólo engañan a los estúpidos.

Sin embargo, la realidad, esa que a Molina le hará reconcomerse, en sus horas bajas, la poca conciencia que le quede de intelectual crítico, es muy diferente. Está a la vista de todos y se llama exclusión, sectarismo y persecución de la cultura española en Cataluña. Molina debería ser el primer responsable en defender y favorecer la cultura española en todas las lenguas, pero prefiere mirar para otro lado y decir cuatro tópicos para salir del paso. Sigue, sin duda, al pie de la letra las consignas de su jefe político: dar por hecho que España ha desaparecido como nación y, en su lugar, hay tres culturas "nacionales". Eso, naturalmente, se llama fidelidad al jefe por un lado, y traición a la cultura española, a España, por otro. Terrible. No quiero ni pensar que yo le di mi amistad a alguien que es fiel a ZP, pero traidor a la cultura, a la gran cultura, española.

En fin, Molina, como el resto de ministros, será juzgado por la historia, por los ciudadanos y por el resto de hombres libres del mundo, como un "gobernante" que traicionó a su patria. A este Ejecutivo le fue legada una nación que ellos están destrozando. Molina, amigo de aventuras pasadas, sabe que no exagero, sino simplemente que describo su tarea con sencillez, es decir, tanto él como ZP son diestros, o mejor, siniestros, en compatibilizar dos funciones, que a los intelectuales críticos siempre les han repugnado, a saber, hacer de la cultura un negocio por un lado, y de la política una tapadera nihilista para justificar conductas delictivas, casi criminales, por otro.

Atento siempre a las consignas socialistas y a la escucha de lo que diga su jefe, ZP, Molina sólo tiene un objetivo en su vida "política", a saber, atemperar primero, y borrar después, las voces críticas de la genuina cultura española. Justificar lo sucedido en Frankfurt es sólo un ejemplo, ciertamente cutre, tan cutre que hasta el director de la Feria del Libro de Frankfurt ha criticado la exclusión de los escritores que usan el castellano en Cataluña. Poco le importa eso a Molina, pues que él ya tenía decidido hace tiempo, incluso antes de que aceptara ser ministro de ZP, borrar todo lo que signifique disconformidad de los intelectuales ante el atropello de la cultura y la libertad. Él, el "intelectual" adaptado y el ministro de Cultura de España, hace tiempo que decidió determinar su juicio por la influencia de la agresividad de la sinrazón nacionalista, las pasiones sin motivo y, en general, las opiniones del populacho en el sentido más tradicional, o sea, la basura de una sociedad sin ideales ni modelos de excelencia.

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