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Tratado Constitucional Bis

La verdad es que el proceso de mutilación y recomposición de la fracasada Constitución europea ha tenido una virtud: ha servido para que los ciudadanos se den cuenta de cuán lejos está la Unión Europea de sus problemas.

La crisis en la que sigue inmersa la Unión Europea, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, no deriva del fracaso del Tratado constitucional, deriva de la falta de liderazgo en el seno de la Unión Europea. Una falta de liderazgo a todos los niveles que pretende ser sustituida por un texto que parece en sí mismo la solución a todos nuestros problemas, como si los Estados miembros fueran meros transmisores de de la voluntad de ese nuevo ente jurídico. La verdad es que el proceso de mutilación y recomposición de la fracasada Constitución europea ha tenido una virtud: ha servido para que los ciudadanos se den cuenta de cuán lejos está la Unión Europea de sus problemas. Saben perfectamente que la mera existencia de un texto no va a servir para nada, porque sin liderazgo, sin claridad de ideas, no se avanza, se huye hacia adelante.

Un claro reflejo de esta huida hacia adelante ha sido la estrategia que ha seguido el Gobierno de Zapatero, consecuencia de su ignorancia en política europea y su soberbia crónica. Este analfabetismo internacional, si además se cabalga a lomos de un ministro de Exteriores virtual, se ha convertido en un verdadero peligro para los intereses de España. Un peligro porque la mayor preocupación de los dos años posteriores al fracaso del Tratado constitucional ha sido el mismo Tratado constitucional. Ni la inmigración, ni el terrorismo, ni la crisis económica que se avecina si no variamos el rumbo; nada de eso ha tenido importancia para nuestro preclaro presidente y el resto de dirigentes europeos. Hemos estado guardando un luto durante dos años para al final resucitar, a puerta cerrada, un texto rechazado en referéndum, el Tratado de Lisboa.

Este Tratado Constitucional Bis que ha conseguido mantener dos elementos que le parecen a nuestro presidente fundamentales en el proceso de construcción europea. En primer lugar, un sistema de voto en el Consejo que acentúa el dominio de estados más poblados y margina a los pequeños en el proceso de toma de decisiones. Este ha sido el único aspecto que les ha valido a los grandes tantos esfuerzos a la hora de exhumar el cadáver. El Gobierno de Zapatero ha dado el visto bueno a un texto en el que la diferencia de peso relativo entre grandes y pequeños en el Consejo será a partir de 2017 tan abismal que sólo la suma de los 17 estados más pequeños igualará el peso relativo de Alemania, y la suma de los 16 más pequeños el de Francia, Reino Unido o Italia. Por el contrario, España necesitará contar con el apoyo de los 12 estados más pequeños (Bulgaria, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Irlanda, Lituania, Letonia, Eslovenia, Estonia, Chipre, Luxemburgo y Malta) para ponerse a la altura de Alemania. Con Niza a España le bastaba con el apoyo de Malta para superar en votos a cualquiera de los cinco países más grandes.

En segundo lugar, la sustitución de la regla de la unanimidad por la mayoría cualificada que debería ser una virtud si no fuera por el desequilibrio que instaura el nuevo sistema de voto. En vez de una garantía de agilidad en la toma de decisiones, la mayoría cualificada corre el riesgo de convertirse en una garantía para la primacía de los intereses de los países más poblados. Si tenemos en cuenta que lo único que ha conseguido en materia de inmigración el Gobierno de Zapatero es la creación de un mecanismo de consulta previa obligatoria antes de cada regularización, nos daremos cuenta de la capacidad de influencia que tiene nuestro Gobierno a nivel europeo y del buen uso que hará de la mayoría cualificada.

Salvo esos dos elementos, el resto del texto de la Constitución europea era puro envoltorio. Los españoles hemos constatado una vez más, ejercicio repetitivo donde los haya, que el Gobierno de Zapatero ni comprende lo que hemos perdido ni le interesa lo más mínimo. Como siempre, se envuelve en la bandera europea, habla de la Unión en un plural mayestático, nos dice que hemos ganado en el Parlamento europeo lo que perdimos en Niza (cuando en realidad nos quedamos con los 54 diputados que tenemos ahora) y que por fin tenemos base jurídica para luchar contra el cambio climático. ¡Qué se agarre los machos el cambio climático (y todos los españoles)!

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