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Maite Nolla

Nada por aquí, nada por allá

El presidente estuvo en Barcelona en pleno caos de los apagones y su solución, en la línea gubernamental, fue prometer lo del AVE, en catalán TGV, para el 21 de diciembre, sin saber si eso era viable y para hacer callar al pueblo

No, no, el título no va con segundas, es una descripción de la política del Gobierno de España, tanto exterior como interior. Es cierto que el PSOE le da cien vueltas al PP en materia de comunicación, y los seiscientos y pico asesores que tiene Rodríguez Zapatero en nómina, desde el principio, dieron con la clave para sacar lo mejor de este Gobierno: esconder al máximo a todos sus miembros, o como dicen los cursis, sustraerlos del debate público. La cosa es que no se pueden poner puertas al campo y hasta un tipo afortunado como Zapatero acaba siendo presa de alguna desgracia, venga ésta en la forma que venga. Es entonces cuando el Gobierno se enfrenta a su peor pesadilla: las opiniones de sus ministros.

Por ejemplo, la vicepresidenta dio las gracias a las autoridades del Chad cuando éstas liberaron a la tripulación española. ¿Qué les agradece? ¿Qué hayan retenido injustamente a siete ciudadanos españoles durante dos semanas? Lo mismo Trinidad Jiménez (dejo a Moratinos para no convertir este artículo en un tratado), calificando el incidente de Chile como un debate de ideas. Ya sé que no es ministra, pero podría serlo perfectamente.

Cierto es que la estrella ha sido una tal María Elena, que, dicho sea de paso, se ha llevado buena parte de los palos que le tocaban a su jefe. Realmente, quién provoca la crisis de los trenes de cercanías en Barcelona es Zapatero. Si buscan en Google, se darán cuenta que el presidente estuvo en Barcelona en pleno caos de los apagones y su solución, en la línea gubernamental, fue prometer lo del AVE, en catalán TGV, para el 21 de diciembre, sin saber si eso era viable y para hacer callar al pueblo, harto como estaba todo el mundo de los generadores, ¿O no lo recuerda nadie?

Para llenar este vacío inmenso el PSOE ha contratado a un montón de expertos. La cuestión es qué van a decir estos notables sobre las cosillas domésticas que nos afectan. Por ejemplo, me gustaría saber que piensa Wangari Matthai del lío tremebundo que se ha montado en el Tribunal Constitucional. El otro día Iñaki Gabilondo nos dio una pista y nos abrió los ojos a todos los españoles: lo que pasa en el Tribunal Constitucional, y que no se engañe nadie, es un problema político. Eso es periodismo de investigación, además de una verdad como un trailer, porque, si fuera un problema jurídico, del Estatut inconstitucional que aprobó el PSOE no quedaban ni las tapas.

Creo que será muy importante lo que opine Torben Iversen sobre el giro que ha dado el empresariado catalán asumiendo, definitivamente, el discurso de ERC. El señor Lara dijo que el 95% de los catalanes están descontentos con España. Y a ver qué dice Jeremy Rifkin de las declaraciones de Rosell. Pobre hombre, pidiendo a gritos que si alguien se atrevía a negar la falta de inversiones en Cataluña, que diera datos y no exabruptos. Maragall dijo que él pactó con Felipe González que el AVE llegara primero a Sevilla a cambio del dinero de los Juegos. También es mala suerte.

Los catorce expertos no saben dónde se han metido.

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