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Agapito Maestre

1 de enero de 2008

Sí, sí, Zapatero es un desastre, dice el ya viejo funcionario de la Universidad Complutense, pero él no quiere votar a los hijos de Franco. Me quedo estupefacto de la imbecilidad que acabo de oír.

El nuevo año me obsequia con una mañana soleada. Paseo por San Lorenzo del Escorial. Antes de llegar al Escorial, el edificio más paradójico y vital de España, un curioso conjunto escultórico, que no me atrevo a calificar artísticamente, me recuerda los fusilamientos de los españoles que lucharon contra los franceses, que invadieron España en época de Napoleón. El monumento imita el famoso lienzo de Goya que inmortalizó los terribles fusilamientos. De todas las historias terribles que España ha sufrido, sin duda alguna, la larga ocupación francesa de nuestro territorio fue una de las más graves. Tendremos que volver a enjuiciarla, porque, como nos enseñó Santayana, quien no recuerda su historia corre el riesgo de repetir sus errores.

Recordemos, pues, los robos y las incautaciones de los bienes de los españoles en general, y de la Iglesia en particular, realizados por el Gobierno de José Bonaparte. Francia diezmó España de modo sistemático y cruel. Por ejemplo, toda la plata labrada de las iglesias de España, comenzando por las de Madrid y El Escorial, fueron robadas. Cada mariscal del Imperio napoleónico cometió una tropelía peor que la de su compañero de armas. El robo de los mariscales franceses, sin embargo, no es comparable en dolor y penuria espiritual con la miseria cultural que nos dejaron: la francmasonería que hace su agosto en esta época de Zapatero, dicen que él mismo es un masón recalcitrante, viene de esta época. Nadie, por favor, diga que La Enciclopedia, la obra de los ilustrados franceses, fue introducida en España gracias a la ocupación napoleónica, porque el gran diccionario dirigido por Diderot y D'Alambert ya había sido introducido por Tomás Lapeña, canónigo de Burgos en 1806, quien copió ad pedem litterae, según su declaración, al gran diccionario francés...Tiempo tendremos de hablar de esta conmemoración, pero prepárense leyendo al inventor del concepto de heterodoxo actual: Marcelino Menéndez Pelayo.

Al fin, he llegado a los alrededores del Escorial, palacio, monasterio, basílica y panteón, y quizá alguna cosas más, en un solo edificio. No tiene esta obra parangón moderno, si acaso sólo recuerda, aunque a lo grande, las ciudades palaciegas de los reyes del antiguo Oriente. El Escorial es grandioso e inclasificable. La modernidad racionalista y equilibrada convive con una construcción casi mágica que trata de reproducir conscientemente el Templo de Salomón. Razón y cábala dialogan en El Escorial. Sentido y sinsentido se complementan. Nadie debería dejar de visitar este lugar para saber qué es cosa es España.

Un conocido, que hacía mucho tiempo que no veía, me saca de mis soliloquios y me felicita el nuevo año. Intercambiamos recuerdos y, de pronto, me recuerda que estamos en año de elecciones. Él, muy ufano y orgulloso, me espeta que votará lo de siempre: continuidad, sangre, sudor y lágrima, o sea, socialista. Sí, sí, Zapatero es un desastre, dice el ya viejo funcionario de la Universidad Complutense, pero él no quiere votar a los hijos de Franco. Me quedo estupefacto de la imbecilidad que acabo de oír. Naturalmente, aunque hacia veinte años que no veía a este muchacho, me atreví unamunianamente a levantarle la voz: "Eso de hijos del franquismo lo dirás por el ministro de Justicia y por el jefe de tu empresa". Por supuesto, no entendió nada y nada supo contestar.

Por desgracia, ese tipo de imbecilidad que me espetó en El Escorial este viejo funcionario de la Complutense seguirá siendo el caballo de batalla del nuevo año electoral. Año de elecciones y celebraciones.

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