Menú
Juan Carlos Girauta

Ssshh... Solbes duerme...

En Economía han empezado políticos y funcionarios a imitar a su jefe: comparecen en pijama en los despachos, la luz tenue, las conversaciones susurrantes.

Un poco de silencio, por el amor de Dios, que van a despertar al señor Solbes. Mira qué rico está, fíjate que hoyuelos se le ponen. Tiene un sueño profundo el condenado, con todo lo que está pasando, con todo ese guirigay enloquecido. ¡Vendo! ¡Vendo! Cuánto nervio. Parecía que nos lo iban a desvelar, pero es tan sereno el señor Solbes que se ha tranquilizado a sí mismo. La situación es "cómoda", ha musitado, reconociendo el tacto de los almohadones y entreabriendo el ojo izquierdo. Se ha quedado enseguida como un tronco porque este hombre es una fiera para el descanso.

Al siguiente griterío ha respondido que se podía "mirar con tranquilidad el futuro", y ha vuelto con Morfeo. Pues de tranquilidad sí que anda sobrado el panza en gloria; ha sido decir "futuro" y emitir un silbidito por la nariz, preámbulo de un ronquido formidable que ha llenado de suave estupor el dormitorio ministerial, y el Estado todo ha quedado como balsa de aceite.

En Economía han empezado políticos y funcionarios a imitar a su jefe: comparecen en pijama en los despachos, la luz tenue, las conversaciones susurrantes. Del señor Solbes abajo, secretarios de Estado, directores generales, subdirectores, jefes de negociado y de sección, administrativos y ordenanzas cabecean, se dan con las paredes si ocasionalmente se ven obligados a levantarse a por el orinal. A los teléfonos les han puesto sordina y el tono de llamada es la melodía de Duerme negrito tocada al xilofón.

"Estamos razonablemente preparados para cualquier posibilidad de desaceleración". ¡Y que lo diga, señor Solbes! Desacelerando va el ministro sus movimientos, sus frases sosegadas, su sonrisa que se congela en un rictus beatífico cuando ya es imposible desacelerarse más y el vicepresidente se queda frito con la boquita entreabierta, y esa sonrisa que aplaca a los mercados se extiende, se desborda como un humor imparable, como un ectoplasma denso hasta que en la mismísima Bolsa de Tokio empiezan los corredores de ojos rasgados a bostezar. Es el efecto Solbes, que luce asimismo ojos rasgados porque nunca los acaba de abrir del todo. Jamás ha podido pronunciar su cargo entero porque "vicepresidente" tiene seis sílabas, y entre la cuarta y la quinta cae fulminado por el sopor: Vicepresi...den...¡Brrrr!

Qué sería de nosotros, incorregibles insomnes, sin su apaciguamiento: "No hay que exagerar con estos temas". Entre episodio y episodio de un vívido sueño bruselense presidido por pensiones vitalicias, farfulla el señor Solbes sonidos entrecortados que los guardianes del sueño nos traducen muy quedo: "Hay que tener mucha prudencia a la hora de valorar estos datos". Vale. Quienes estaban a punto de asustarse por haber perdido más de una quinta parte de su inversión en cosa de días se serenan, respiran más despacio, piensan en ovejitas con la cara del señor Solbes y se dejan caer en sus butacas. Ssshh...

En Libre Mercado

    0
    comentarios