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Enrique Dans

En la red todo se sabe

En el mundo real puedes dedicarte a salir por la noche con un spray y ensuciar las paredes con pintadas si quieres. Pero eso mismo, en la red, suele dejar más huellas.

Cuando el pasado noviembre se conocieron las consignas del Manual del Voluntario Ciber-Progresista impulsadas por el PSOE que, llevados por el éxito del "pásalo", animaban a sus simpatizantes a enviar spam a diestro y siniestro o a inundar sitios web con comentarios "favorables a la causa", muchos supimos de inmediato que aquello no podía ser más que una receta para el desastre. Primero, porque el spam y el flooding (inundación) de comentarios son prácticas muy feas, que invariablemente acaban desacreditando a quien las hace. Y segundo, por una regla de las de rango superior en Internet, de esas que todo usuario con experiencia conoce: en la red, todo se sabe.

Y en efecto, todo pecado acarrea su penitencia. Así, recientemente hemos podido ver como la popularísima página de filtrado social de noticias Menéame expulsaba a varias personas y suspendía las decenas de cuentas de usuario que manejaban con el fin de promocionar noticias entendidas como favorables a sus ideas y censurar aquellas que pudieran ser interpretadas como desfavorables. El funcionamiento del Menéame, edición corregida y para muchos mejorada de la multitudinaria pagina norteamericana Digg, es un sitio al que cualquier usuario registrado puede enviar un extracto de una noticia publicada en otro sitio, y otros usuarios, registrados o no (se admite un cierto porcentaje de voto anónimo), pueden votar la noticia positiva o negativamente en función de cuan interesante la consideren. Cuando las noticias reciben un número suficiente de votos, ponderados por un factor asociado a cada usuario registrado y conocido como karma, son promovidas a la portada, donde reciben la atención de un volumen muy elevado de los usuarios de la misma, obtenida como conjunción de los intereses colectivos, para informarse de lo que ha pasado en el mundo.

La portada del Menéame genera una atención descomunal y envía oleadas de visitas a los sitios que cita, razón por la cual muchos periódicos y sitios web incluyen su elefantito bajo sus noticias: cuantos más lectores las envíen al filtro social, más se enterarán de su existencia y podrán hacer clic para verlas. Menéame es, sin duda, un factor relevante en la difusión de las noticias y en la generación de atención y tráfico en la internet española.

Semejante combinación de prestaciones hace del Menéame un objetivo ideal para muchos: una empresa, por ejemplo, puede sentirse tentada a enviar noticias sobre sí misma y sus productos, para ver si son con ello capaces de generar una atención equivalente a la de una buena campaña de publicidad: puntual, rápida, pero muy intensa, y posiblemente repetida posteriormente en otros sitios. Sin embargo, hay una regla clara: el auto-meneo o autobombo está severamente penalizado (ya nos lo decían en el colegio... esas cosas provocan desde que te nazca pelo en la palma de las manos, hasta ceguera...). Cuando se detecta que un usuario envía noticias de su propia página, es penalizado, y sus noticias son votadas negativamente. El llamado astroturfing, un curioso nombre que proviene de una marca norteamericana de césped artificial (implicando eso de "eres más falso que el césped artificial" cuando se usaba en las llamadas grassroot campaigns) y que corresponde a la creación de identidades múltiples para simular un comportamiento colectivo o una discusión, también está duramente penalizado, y conlleva la baja de la cuenta.

¿Cómo se controla este tipo de comportamientos? Pues simplemente, utilizando las propias características de la red. Cada vez que una persona vota, su dirección IP es registrada, lo que evita –o al menos dificulta– que vuelva a votar. Cada vez que hace login desde una cuenta diferente, la dirección IP revela igualmente su verdadera identidad. Un sistema que dista mucho de ser perfecto, pero que ofrece un nivel de control que, utilizado con la destreza adecuada, resulta suficiente. Cuando comentamos en una página, cuando escribimos, o simplemente entramos en ella, dejamos muchas más trazas de nuestra identidad de las que muchos usuarios inexpertos suponen. Una información así, en manos de Ricardo Galli, creador y principal administrador del Menéame, es más que suficiente como para que pueda reaccionar ante un abuso que resulta evidentemente peligroso para el funcionamiento de su comunidad. Y el hecho de que, como el propio Ricardo reconoce, sea votante habitual del partido socialista, no evita que el asunto acabe saliendo a la luz, y le resulte todavía más molesto. Los principios son los principios, y sirven para diferenciar el bien del mal.

Lo que le ha sucedido en este caso al PSOE es algo que puede ocurrirle a cualquiera que intente utilizar la red para lo que no es, que intente comportarse en ella de manera inadecuada sin conocer bien su funcionamiento. Es muy posible que veamos comportamientos similares en otras formaciones políticas, porque la recompensa es aparentemente elevada y el estímulo, sencillo. Al mismo partido le ocurrió algo parecido cuando intentó censurar las votaciones de su página web, desconociendo que las cosas, en la red, dejan huella, y siempre hay ya no uno, sino cientos de ojos mirando. Cuando se usa la red en política hay que tener en cuenta el funcionamiento de la misma, y no deja de ser curioso que un partido que me consta cuenta con algunas personas en sus filas bien versadas en el uso de la red le ocurran este tipo de cosas. En el mundo real puedes dedicarte a salir por la noche con un spray y ensuciar las paredes con pintadas si quieres. Pero eso mismo, en la red, suele dejar más huellas.

La red es lo que tiene: es como el mar. Arroja en él cosas buenas, y te traerá normalmente cosas buenas. Tira porquería, y te devolverá porquería. En la red, todo se sabe.

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