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EDITORIAL

Lo que Rajoy llama consenso

Para Rajoy, por lo que se ve, consenso es que se haga lo que él diga. Cada vez se parece más a Zapatero, y no sólo en su acercamiento al nacionalismo.

Esta mañana se producía una noticia que no producía demasiada sorpresa. Basagoiti era uno de los nombres que más había circulado como sustituto de San Gil tras su renuncia por las puñaladas que recibió por parte de Soria y el sirviente antipático de Rajoy, de modo que nada indicaba que los teletipos que indicaban que había sido elegido candidato "de consenso" no fueran ciertos.

Desgraciadamente, según pasaban las horas, nos íbamos enterando de qué había sucedido realmente. Por la mañana, Carmelo Barrio había llamado a los tres presidentes provinciales del PP vasco, primero, y a Rajoy después para comunicarles su intención de presentarse candidato a suceder a San Gil. Dado que el líder del PP no puso peros a su intención, convocó una rueda de prensa que iba a tener lugar a mediodía. Pero cuál fue su sorpresa cuando supo por los teletipos, pues nadie tuvo la decencia de comunicárselo antes, que Basagoiti había sido designado candidato "de consenso" –palabra con la que Génova ha decidido sustituir al dedazo más descarado– y que contaba con el apoyo de los otros dos presidentes provinciales.

Al contrario que Rajoy, el propio Basagoiti y el abanderado de la rendición ante el nacionalismo Alfonso Alonso, Carmelo Barrio sí respeta al PP y a sus bases y ha preferido no hacer un anuncio que pondría en una situación difícil a los populares vascos. Esa reacción, que demuestra una elegancia de la que por lo visto carecen tanto el nuevo candidato designado digitalmente como quienes le han dado su apoyo, no deja de poner de relieve el concepto de "consenso" que tiene el aún presidente del PP. Para Rajoy, por lo que se ve, consenso es que se haga lo que él diga. Cada vez se parece más a Zapatero, y no sólo en su acercamiento al nacionalismo.

Esa idea de Rajoy sobre el consenso y la democracia interna del partido también se refleja en la otra noticia del día sobre la "desaceleración transitoria ahora más intensa", "periodo de dificultades objetivas" o "ajuste duro" del PP. Los compromisarios han recibido un lápiz de memoria con las ponencias y hasta instrucciones para llegar al recinto donde acontecerá el congreso búlgaro, pero lo que no incluía –y miren que es curioso– son las enmiendas realizadas a dichas ponencias. Son más de 2.000 y les serán entregadas el viernes a su llegada, pese a que las votarán el sábado. Ese es el respeto que muestra la dirección de Génova a la voz de las bases; ocultar sus propuestas hasta que sea demasiado tarde para que se les pueda dedicar un mínimo tiempo de estudio. Se les debería caer la cara de vergüenza, pero si hay algo que demuestra este último episodio del drama de la conversión del PP vasco en un nuevo PSE es que los escrúpulos son algo que brilla por su ausencia entre la actual casta dirigente de la derecha política.

Esta decisión de ocultar las ponencias a los compromisarios sólo puede tener un objetivo: ocultar aquellas propuestas cuya aprobación podría producir más incomodidades a la dirección del partido. Eso sí, los textos y decisiones que finalmente salgan del congreso serán luego calificados de "consensuados". Naturalmente. Consensuados al más puro estilo del aún presidente del PP.

Rajoy, previsiblemente, acabará teniendo que abandonar la presidencia del PP ante los previsibles fracasos electorales que se avecinan, pero no parece que esté dispuesto a hacerlo sin antes haber convertido al partido en un Ministerio de la Oposición, completamente rendido a lo políticamente incorrecto, sin principio ni pensamiento propio y al albur de las migajas que tenga a bien echarle el socialismo gobernante. Un retorno a la AP de Fraga, vamos. El camino es el correcto y las maniobras se están haciendo con la habilidad necesaria. Esperemos que no sea necesaria una nueva refundación para arreglar el estropicio.

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