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Hace dos o tres domingos, cuando la final de la Eurocopa era pura quimera y todos nos conformábamos con cruzar el Rubicón de los malditos cuartos, le dije a Cesc, uno de mis jugadores favoritos, que sólo faltaban ellos por sumarse a la fiesta. Debe ser que me tomó la palabra porque, tras un cuarto de siglo de decepciones, España, por fin, ha vuelto a clasificarse para el último partido de una gran competición oficial. Los amistosos, amistosos son y sólo se quedan en eso, pero a la final de una Eurocopa, y ante Alemania además, hay que tratarla de usted. Cesc, como todos y cada uno de los internacionales que han desfilado por nuestra selección desde la final del 84 en el Parque de los Príncipes contra Francia, me dijo que estaban en ello y que harían lo que se pudiera, y han podido, ¡vaya que si han podido!... Con esta clasificación tan brillante, la selección absoluta de fútbol se incorpora al éxito reiterado y permanente de nuestros baloncestistas, balonmanistas, ciclistas, waterpolistas, automovilistas, motociclistas, tenistas, gimnastas o atletas, por poner sólo algunos ejemplos. Ya no faltan tampoco ellos.
 
El otro día le oí decir algo a Rafael Cabrera, director de El Albero, el mejor programa taurino de la radio española, que me llamó mucho la atención a propósito de una corrida muy celebrada de José Tomás: "a mí me pagan para analizar y no para apasionarme". La pasión se ha desbordado con el éxito de España, pero yo no me puedo permitir el lujo de ir a Cibeles a festejar el triunfo porque no es esa mi misión. Analicé con la mayor frialdad posible nuestro rotundo fracaso en el Mundial de Alemania y sus posteriores consecuencias, y ahora intento hacer lo mismo con el éxito de la Eurocopa de Austria y Suiza. Si en 2006 Luis sacó un 2'5, en 2008 ya tiene el sobresaliente y va para matrícula de honor. En 2006 le exigí que se fuera porque eso fue lo que él prometió que haría si España no alcanzaba las semifinales, y ahora no le voy a pedir que se quede porque no es eso lo que quiere ni tampoco lo que más le conviene. Luis, que como seleccionador ha protagonizado bastantes más fallos fuera del terreno de juego de los que haya podido cometer jamás Sergio Ramos, ha estado brillante en esta competición y se merece pasar a la historia como el seleccionador que ganó, ojalá, nuestra segunda Eurocopa.
 
Por otro lado, tras los besos y los abrazos, convendría recordar que Aragonés ha demostrado con creces que se puede ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, jugando magníficamente bien al fútbol. Yo creo que si de algo podrá presumir Luis cuando se haya ido será justamente de haberle dejado en herencia a Vicente del Bosque un estilo de fútbol, una idea afortunadamente distinta a la que representó en su momento, por ejemplo, Javier Clemente Lázaro. Esta selección nunca tuvo un plan B porque tampoco lo necesitó; ellos querían "morir" con las botas puestas, creían en su juego y a la vista está que lo han llevado brillantísimamente a la práctica. Luis Aragonés, que cumplió acabando con la maldición de los cuartos, se irá por la puerta grande, poniéndoselo francamente difícil a su sustituto y a sus jefes. Aunque ahora no debemos pensar en el lunes sino en el domingo y, por supuesto, en lo realizado el jueves. Por fin, casi un cuarto de siglo después de nuestra última alegría, el deporte rey se incorpora al éxito global del deporte en España. Cesc y sus veintidós compañeros se sumaron a la fiesta.
 

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