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Carlos Ball

Nuestros enemigos, los gobernantes y políticos

Burócratas de la India, Estados Unidos, Europa y Brasil son los principales culpables porque sus jefes políticos dependen de las ayudas y del apoyo que reciben del sector agrícola, de ciertos industriales y determinados sindicatos protegidos.

Hoy hay menos pobreza y hambre en el mundo debido a que el porcentaje de la economía mundial representada por importaciones y exportaciones aumentó del 40% en 1990 a más del 60%. También porque la productividad y las nuevas inversiones han crecido más rápidamente que la población mundial. En la medida en que los empresarios y trabajadores alrededor del mundo puedan concentrar sus esfuerzos en lo que pueden producir mejor y más eficientemente, importando todo lo demás, seguirá aumentando el bienestar general. La única traba: las políticas proteccionistas.

Es lamentable que gobernantes y políticos todavía no se hayan enterado que la única razón de exportar es obtener divisas para importar lo que es más barato producir en el exterior. Si no me cree, lea sobre el reciente fracaso de la Ronda de Doha, negociaciones que comenzaron en 2001, pero que ante la intransigencia de quienes defienden el proteccionismo para ciertos y determinados grupos de agricultores e industriales de sus países han preferido perjudicar a los consumidores, tanto de su propio país como del resto del mundo. Burócratas de la India, Estados Unidos, Europa y Brasil son los principales culpables porque sus jefes políticos dependen de las ayudas y del apoyo que reciben del sector agrícola, de ciertos industriales y determinados sindicatos protegidos con la prohibición a importaciones, fijación de cuotas y altos aranceles.

Esos desalmados políticos y burócratas se aprovechan de la ignorancia popular y de las mal intencionadas campañas para "proteger" la industria nacional, refiriéndose claro está a aquellos sectores que fracasarían bajo la libre competencia internacional porque sus costos son más altos y su calidad inferior, por lo que necesitan que las autoridades estafen al consumidor, haciéndole pagar más por alimentos, ropa, automóviles y cualquier otra cosa que sea más barata traer de fuera que producir internamente. El daño es doble porque se mantienen vastas sumas de capital mal invertidas y trabajadores atados a sectores sin ningún futuro.

Hasta hace poco, la ropa de algodón, lino y seda la podían adquirir solamente los ricos en Estados Unidos debido al gran poder político entonces ejercido por la industria textil. Pero ese ramo industrial prácticamente desapareció aquí por su total incapacidad de competir internacionalmente y gracias a cadenas de tiendas como Wal-Mart que ofrece, traídos de China, esos antiguos lujos a precios al alcance de la gente común.

La gran tragedia del mundo en el siglo XXI es que los gobiernos siguen creciendo y los políticos siguen manteniendo absurdas prohibiciones, como las de extraer petróleo y construir refinerías, a la vez que imponen controles, regulaciones y licencias que coartan la libertad individual e impiden a la gente dedicar sus esfuerzos a lo que mejor hace y, por tanto, a lo que mejor retribuiría su esfuerzo personal. Pero las escuelas públicas enseñan que hay que proteger al ciudadano de la codicia empresarial. ¡Mentira! Quien me quiere vender algo caro y malo logrará hacerlo indefinidamente sólo si goza de protección política. De lo contrario, de inmediato surgirán competidores más eficientes que atraerán mis compras.

El verdadero enemigo no está en Irak ni en Irán, ni siquiera en Afganistán, donde la invasión avanzaba hasta que Washington decidió acabar con el narcotráfico en su nuevo papel de policía moralista del mundo. Entonces, los viejos aliados afganos de Estados Unidos, quienes lucharon contra la invasión soviética de 1979 a 1982, se convirtieron en enemigos. Pero enemigos más dañinos aún son los gobernantes en Washington que destruyen el valor de la moneda, aumentan el déficit y los impuestos, provocan la muerte de inocentes en guerras como la de Irak, iniciada poco después del 11 de septiembre de 2001, a pesar que ese país nada tuvo que ver con el espantoso crimen terrorista de la torres gemelas.

Pero McCain y Obama ahora nos ofrecen más de lo mismo.

En Libre Mercado

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