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Amando de Miguel

Al vino, vino

Ignacio Garijo Pérez me escribe para quejarse del abuso que se hace de “caldo” para designar al vino. Aduce que es una metáfora insustancial porque “caldo” significa algo caliente, y el vino se suele tomar más bien frío. Señala con justeza que los topónimos relacionados con “Caldas” se refieren a aguas termales. Tiene razón mi corresponsal, pero estamos ante una metáfora establecida, y no hay más que hablar. También “álgido” quiere decir frío, y en la locución “el punto álgido” aludimos a lo más intenso o caliente. Cierto es que ahora el vino se suele tomar frío o por lo menos a la temperatura del ambiente. Pero el vino es mosto fermentado, esto es, que ha “cocido” de forma natural por influencia de determinadas bacterias. Así que es posible que la alusión al “caldo” proceda de esa previa cochura del mosto para transformarse en vino. De todas formas, tiene un punto de razón mi corresponsal al calificar de horterada el hecho de llamar “caldos” a los vinos. Es metáfora pobre; si se reitera, puede resultar estragante. Pero tampoco pondría yo a caldo al que, en un acto literario o solemne, llamara “caldos” a los vinos.

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