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Amando de Miguel

Anglicismos

Es inevitable la importación léxica del inglés, la lingua franca de nuestro mundo. Lo exigible es que sea una aduana legal, no de matute. Juan José Sánchez Esteban arguye que están justificados los anglicismos en Hispanoamérica, pero no en España. No entiendo por qué. La cercanía no es la única circunstancia. Recordemos lo de Porfirio: “México, cuán lejos de Dios y qué cerca de los Estados Unidos”. Pero en México ponen muchas veces “pare” y no “stop”, palabra esta realmente impronunciable en español. Mi corresponsal apunta algunos anglicismos intolerables, como “uno de estos días” (en lugar de “un día de estos”) o “yo me parece” (en lugar de “a mí me parece” o “mi impresión”). Añado de mi coleto lo de sustituir a “cadáver” por “cuerpo”, que parece más limpio, por muerto que esté.
 
Ignacio Prendes me avisa de otro anglicismo: “remover”. A él le suena mejor “retirar” o “quitar”. Tiene razón, pero en nuestro idioma culto es una expresión bien castiza lo de “remover los obstáculos”.
 
Francisco M. de la Chica (quien se autodefine irónicamente como “operador jurídico”) se queja de lo de “en cinco minutos volvemos”. La batalla está perdida. La preposición “en”, ya de por sí muy frecuente, se generaliza aún más por la influencia anglicana. Mejor sería “dentro de cinco minutos”, pero poco se puede hacer. Por cierto, además de los anglicismos, mi corresponsal De la Chica protesta de que repitamos lo de “las antiguas pesetas”. Pues a mí me parece muy bien. Bien está hablar en euros para pequeñas cantidades, pero las grandes cantidades se entienden mejor traducidas a las “antiguas pesetas”. Ahora bien, la equivalencia de un euro = 166 pesetas no puede funcionar muchos años más. Es como si pretendiéramos equiparar el dólar con las 60 pesetas que valía en 1959. Tanto el dólar, como la peseta o el euro están sujetos a la continua devaluación. Dentro de algunos años dejaremos de hablar en pesetas; ya no tendrá sentido la equivalencia original.
 
J. Fernando Rey me señala que “extradir” sería mejor que “extraditar”. De acuerdo con la lógica del origen, pero otra vez hay que recordar la fuerza del inglés. Así que diremos “extraditar” y se acabó. Tampoco hay que lamentarse mucho de la penetración del inglés. Más fuerte fue la influencia del latín sobre las lenguas ibéricas (incluida el vascuence) y aquí estamos. También el español tiene hoy su cuota de influencia sobre otros idiomas. La lengua fue siempre compañera del imperio, que dijo Nebrija.
 
Con todo, recojo la atinada observación de Javier Esteban sobre el abuso del posesivo al modo anglicano: “El jugador tiene una fractura en su pierna derecha”. Basta con “la pierna”; ya se sabe que es la del jugador. El mismo corresponsal me indica la mezcolanza entre “saber” y “conocer”, ambos equivalentes al único verbo to know del inglés. Es claro que en español son dos verbos algo distintos. “Saber” es tener noticia o conocimiento de algo. “Conocer” expresa cierta familiaridad o proximidad. Uno puede saber latín (en los dos sentidos) y no conocer bien a los clásicos. Habría que recordar la espléndida canción de “Getting to know you” de Ana y el Rey de Siam. La traducción sería: “He venido a conoceros” (no solo “a saber de vosotros”).
 
 

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